Es larga la confrontación entre ciencia y opinión. Tenemos constancia histórica de los aconteceres de esta batalla desde los tiempos de la grecia clásica. En aquél entonces temprano de nuestra civilización ya estaba establecida la contienda entre la epísteme y la doxa.
En la actualidad los partidarios de la opinión como criterio no contrastado de conocimiento se atrincheran en el campo de lo ideológico, ese campo tan dado a creer en supersticiones y fantasmagorías. Todos los indentitarismos excluyentes y fanáticos asientan sus raíces en el; pues lo ideológico permite aplicar aquel nefasto principio descubierto por Joseph Goebbels (ministro de propaganda del gobierno de Adolf Hitler en Alemania) que dice que una verdad es una mentira repetida mil veces.
Frente a ellos se asientan los partidarios de la ciencia, aquellos que verifican todos sus criterios en la práctica mediante el método que le es propio, esto es, el hipotético deductivo que se funda en la tesis, negada por la antítesis y superada en la síntesis integradora. Aquellos para los que la práctica es el criterio de la verdad.
Entre los argumentos de unos y otros se viene desarrollando el debate sobre el futuro de la energía nuclear. Los del campo ideológico-metafísico dicen de una forma categórica y absoluta que es mala malísima la energía nuclear. Desde el campo científico-racional se les hace ver con hechos contrastables que la energía nuclear, por ejemplo la de fusión, es limpia y segura; que la energía de fisión, esto es, la que en la actualidad utilizan las centrales nucleares, puede ser mejorada, pues las tecnologías están puestas a punto para incinerar sus residuos a base de transmutación nuclear en vez de almacenarlos como ahora. Además pronto el uranio que utilizan será sustituido por el torio, muchísimo más abundante, barato de conseguir y seguro.
Puesto, como dice el catedrático y profesor Leyva, que nadie se plantea ni reducir su consumo de energía, ni empeorar su nivel de bienestar, no hay más remedio que acudir a la energía nuclear, la cual tiene muchísimas más ventajas objetivas que el petróleo, el gas o el carbón. Además, la fusión no genera residuos, y los residuos de las centrales nucleares de fisión se pueden transmutar.
Por otra parte y dado que no es posible "mover" el mundo con energías renovables en la actualidad, dado que las del hidrógeno y las de fusión están por desarrollar y descubrir en algunos de sus aspectos; y la hidroeléctrica y la solar no son suficientes, no queda otra que dejarse convencer por la evidencia y apostar decididamente por la energía nuclear. Eso sí transmutando sus residuos.
Por todo ello y en relación a nuestra Central Nuclear de Almaraz, abría que definir su futuro y continuidad haciéndoles a sus propietarios garantizar una mayor implicación con Extremadura, en el sentido de abaratar en, al menos, un 50% el coste de la energía que los ciudadanos extremeños consumen y, en especial, el de aquellas iniciativas empresariales que potencien y ubiquen parques empresariales, tecnológicos e industriales, generadores de empleo y bienestar, en nuestra región; así como en la línea de implicar a los actuales gestores de la CN de Almaraz, en la financiación de una licenciatura en física nuclear, catedráticos e infraestructuras incluidos.
Soy de los que mantienen sinceramente, junto al convencimiento de la viabilidad y futuro de la energía nuclear, la necesidad de plantear a la CN de Almaraz un mayor compromiso con esta tierra, compromiso que vaya más allá de los cuatro euros que reparte entre los ayuntamientos de su entorno.
Por Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)
En la actualidad los partidarios de la opinión como criterio no contrastado de conocimiento se atrincheran en el campo de lo ideológico, ese campo tan dado a creer en supersticiones y fantasmagorías. Todos los indentitarismos excluyentes y fanáticos asientan sus raíces en el; pues lo ideológico permite aplicar aquel nefasto principio descubierto por Joseph Goebbels (ministro de propaganda del gobierno de Adolf Hitler en Alemania) que dice que una verdad es una mentira repetida mil veces.
Frente a ellos se asientan los partidarios de la ciencia, aquellos que verifican todos sus criterios en la práctica mediante el método que le es propio, esto es, el hipotético deductivo que se funda en la tesis, negada por la antítesis y superada en la síntesis integradora. Aquellos para los que la práctica es el criterio de la verdad.
Entre los argumentos de unos y otros se viene desarrollando el debate sobre el futuro de la energía nuclear. Los del campo ideológico-metafísico dicen de una forma categórica y absoluta que es mala malísima la energía nuclear. Desde el campo científico-racional se les hace ver con hechos contrastables que la energía nuclear, por ejemplo la de fusión, es limpia y segura; que la energía de fisión, esto es, la que en la actualidad utilizan las centrales nucleares, puede ser mejorada, pues las tecnologías están puestas a punto para incinerar sus residuos a base de transmutación nuclear en vez de almacenarlos como ahora. Además pronto el uranio que utilizan será sustituido por el torio, muchísimo más abundante, barato de conseguir y seguro.
Puesto, como dice el catedrático y profesor Leyva, que nadie se plantea ni reducir su consumo de energía, ni empeorar su nivel de bienestar, no hay más remedio que acudir a la energía nuclear, la cual tiene muchísimas más ventajas objetivas que el petróleo, el gas o el carbón. Además, la fusión no genera residuos, y los residuos de las centrales nucleares de fisión se pueden transmutar.
Por otra parte y dado que no es posible "mover" el mundo con energías renovables en la actualidad, dado que las del hidrógeno y las de fusión están por desarrollar y descubrir en algunos de sus aspectos; y la hidroeléctrica y la solar no son suficientes, no queda otra que dejarse convencer por la evidencia y apostar decididamente por la energía nuclear. Eso sí transmutando sus residuos.
Por todo ello y en relación a nuestra Central Nuclear de Almaraz, abría que definir su futuro y continuidad haciéndoles a sus propietarios garantizar una mayor implicación con Extremadura, en el sentido de abaratar en, al menos, un 50% el coste de la energía que los ciudadanos extremeños consumen y, en especial, el de aquellas iniciativas empresariales que potencien y ubiquen parques empresariales, tecnológicos e industriales, generadores de empleo y bienestar, en nuestra región; así como en la línea de implicar a los actuales gestores de la CN de Almaraz, en la financiación de una licenciatura en física nuclear, catedráticos e infraestructuras incluidos.
Soy de los que mantienen sinceramente, junto al convencimiento de la viabilidad y futuro de la energía nuclear, la necesidad de plantear a la CN de Almaraz un mayor compromiso con esta tierra, compromiso que vaya más allá de los cuatro euros que reparte entre los ayuntamientos de su entorno.
Por Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)
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