sábado, 31 de mayo de 2008

La teoría del cambio sin cambio de Guillermo Fernández Vara desde una perspectiva orteguiana

Cumplo mi compromiso con un anónimo amigo de dedicarte un artículo en mi blog explicativo de esa metáfora, de esa alegoría, de ese símbolo que es esa otra teoría, inserta en la teoría de la orquesta, del "cambio sin cambio", del "nada conformista y sumamente incluyente", del "cambiando las formas de hacer de las personas, pero con permanencia de las ideas, los principios y las convicciones". Cumplo mi compromiso además según lo dicho, esto es, desde la perspectiva orteguiana, hablando de ese maravilloso método de don José Ortega y Gasset.

Decía nuestro querido y apreciado don José Ortega y Gasset "que toda filosofía innovadora descubre una nueva idea del Ser gracias a que antes había descubierto una nueva idea del Pensar, es decir, un método intelectual antes desconocido", a lo que añadía que "para entender un sistema filosófico debemos comenzar por desinteresarnos de sus dogmas y procurar descubrir con toda precisión qué entiende esa filosofía por pensar", es decir, que método -méthodos (de metá odós, "por un camino")- utiliza.

Siguiendo utilizando sus palabras, "vivir es tratar con el mundo, dirigirse a él, actuar en él, ocuparse de él". Vivir es salvar la circunstancia para salvarme yo, "Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo." (Meditaciones del Quijote, 1914).

De esto trata el "cambio sin cambio", "el cambio sin cambio" es metodología, es filosofía del pensar, es saber que camino hemos de tomar para llegar al fin que nos proponemos; pues, como es conocido, los medios, los caminos, condicionan los fines. "El cambio sin cambio" es además práctica, no sólo enunciación teórica. Como bien nos decía Aristóteles, "la inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica".

Nos ha tocado vivir un tiempo en el que la práctica es determinante. Puede que sea cierto que haya empezado por una menudencia, por una metáfora, por una alegoría, por ese símbolo en el que se ha transformado la frase "el cambio sin cambio", pero como también nos decía el sabio Aristóteles, "las revoluciones no se hacen por menudencias, pero nacen por menudencias".

Esta es una revolución en las formas de hacer las cosas, en las formas de pensar las cosas; es una revolución de las metodologías, de los caminos que hemos de andar y de las formas en que se andan; es un cambio de las partituras que hemos de interpretar y de las formas en las que se interpretan. Es una revolución en favor de la democracia participativa, de la implicación ciudadana en los asuntos que les atañan y les afectan. Y es entre todos, pues es de todos.

Es por tanto un cambio "nada conformista y sumamente incluyente", se trata de conformar el entramado político-institucional de este país de la forma más parecida a España, es por eso que suscribo las intenciones de ZP en relación al PSOE por "seguir siendo el partido que más se parezca a España". De esto es de lo que se trata ahora, de cambiar de método para que lo político-institucional sea un instrumento útil al servicio de la ciudadanía. Por eso se hace necesario "cambiar las formas de hacer de las personas, pero con permanencia de las ideas, los principios y las convicciones". Nuestras ideas, principios y convicciones están claramente marcados en nuestra Constitución del 78, la Ley 30/1992 dice claramente cual es la función del gobierno. Seamos coherentes definitivamente y acomodemos de una vez por todas las formas de hacer de lo político-institucional a lo que hace ya 30 años determinamos los ciudadanos.

Si don José Ortega y Gasset, así como los intelectuales de la generación del 98 (1898), ya precisaron lo que nuestra Constitución del 78 (1978) consagró definitivamente; hora es ya que tras 110 años de descubierto el método y, como digo en el párrafo anterior, 30 años después de ser instituido como norma fundamental del Estado español, el entramado político-institucional de este país empiece a regirse por él.

Parte de ese método consiste, como bien dice nuestra Constitución del 78 en su artículo 9.2, en promover, por parte de los poderes públicos, las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.

En base a ello, a que vienen esos miedos del entramado político-institucional a que la gente piense y se exprese en libertad. Por qué esa manía del entramado político-institucional en aferrarse a esa conservadora frase de Fernado VII "el calzonazos" que dice "lejos de nosotros señor la funesta manía de pensar", por qué ese empecinamiento en hacérsela asumir al pueblo; a este pueblo español, a este pueblo que por lo castizo se vincula inexorablemente con la tradición crítico-creadora que inauguró Tales de Mileto allá por el año 600 antes de Cristo. Ese Tales que orientaba a sus discípulos diciéndoles "esto es lo que yo creo, esto es lo que yo pienso; ahora de lo que se trata es de que mejoréis y superéis esto que yo os digo".

Por seguir el método obsoleto, caduco e infuncional de Fernando VII "el calzonazos", el Rey Felón, estamos donde estamos. Es tiempo ya que el raciovitalismo histórico de Ortega sea nuestro método, es tiempo ya que la tradición crítico-creadora de Tales de Mileto sea también nuestro método; pues Ortega y Tales coinciden en lo mismo, en la importancia de una nueva idea del pensar. Nueva idea del pensar que en Extremadura se llama "el cambio sin cambio", nueva idea del pensar que en Extremadura pasa por ser "nada conformistas y sumamente incluyentes", así como por "cambiar las formas de hacer de las personas, pero con permanencia de las ideas, los principios y las convicciones". En definitiva pasa porque Guillermo Fernández Vara lidere una Extremadura cuya esencia es tal cual brota en expresiones de libertad sin ira (cuanto me recuerda esto que digo a lo que expresaba el grupo Jarcha en su canción del mismo nombre allá por los años setenta) como la que representan las gentes, esas buenas gentes que aspiran a un socialismo cerca, muy cerca de ti; un socialismo a la medida del ciudadano, cercano al ciudadano, ocupado del ciudadano que, como diría Ortega, para salvarse él tenga que salvar la circunstancia.

Por Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)

1 comentario:

  1. Estimado Javier, agradezco el tono de tus comentarios y artículos pero sospecho que no partimos del mismo análisis de la realidad aunque ambos (y casi todo el mundo) percibamos, por ejemplo, una suerte de desafección generalizada por la política en la sociedad, además de otras patologías sociales y políticas.

    De tus palabras deduzco que no compartimos ni siquiera el mismo concepto de democracia. Disculpa que me extienda, pero veo necesario aclarar este concepto: por democracia entiendo la forma de gobierno caracterizada por los tres principios tradicionales básicos siguientes: el principio representativo en el legislativo, el principio electivo en el ejecutivo y la separación de poderes. De modo que la ausencia de alguna de ellas implica la ausencia de democracia. Como bien sabes, estoy hablando de condiciones necesarias y suficientes para poder hablar de democracia.

    Por el principio representativo en el legislativo, el diputado se convierte en representate del elector y es este último quien debe tener el control total para confirmar o revocar a sus representantes. En este sentido el representante siempre se debe someter al representado. Por el principio electivo es de nuevo el elector quien elige al mandatario que ejercerá el poder ejecutivo. Los electores son dominados por la autoridad que delegan en el mandatario. Puesto que el sentido de las relaciones de dominación y poder son contrarios en ambos casos, se ha de garantizar la separación radical y el control mutuo de los poderes mediante elecciones independientes.

    Pues bien, en la actual Monarquía de partidos no se cumple ninguno de dichos principios: El sistema proporcional y las listas de partidos cerradas (o abiertas) niegan el principio representativo al suprimir el poder de control del elector hacia el diputado. El elector no tiene la posibilidad de elegir y ejercer su control sobre su diputado de distrito (sistema uninominal mayoritario) . Es el partido (sus jefes o dirección) quien ejerce el control absoluto sobre sus diputados. Por muy mal que lo hagan los partidos, siempre tendrán asegurada su legitimidad apelando demagógicamente a la participación en las elecciones como un deber civil, calificando de actitud incívica la abstención activa del ciudadano que protesta. Para colmo, el sistema proporcional oculta a posteriori los intereses reales de los partidos en función de las cuotas electorales obtenidas.

    El principo electivo tampoco se satisface pues los electores no eligen a quien deben obedecer. Son los diputados quienes refrendan en el ejecutivo a quien les ha puesto en la lista del partido. Es el poder legislativo quien se somete y presta obediencia a quien precisamente debe controlar y exigir responsabilidad. Si un parlamento de partidos es incapaz genéticamente de controlar a un gobierno de partidos, es absurdo pensar que puedan hacerlo las bases del partido.

    La indivisibilidad de poderes, por no hablar de la evidente dependencia del judicial, se hace palpable en el parlamento nacional, en el autonómico y en lo municipal, pues en ellos está presente de forma indecente la bancada del gorbierno. Las lúcidas palabras de Montesquieu son reveladoras (El espíritu de las leyes, libro XI, cap IV): "Cuando el poder legislativo y el poder ejecutivo están reunidos en la misma persona o en el mismo cuerpo de magistratura, no hay libertad, porque se puede temer que el mismo monarca o el mismo Senado hagan leyes tiránicamente.[...] Si no hubiera monarca y el poder ejecutivo fuera confiado a un cierto número de personas sacadas del cuerpo legislativo, no habría ya libertad, porque los dos poderes estarían unidos, las mismas personas tendrían a veces, y podrían siempre tener, parte la una en la otra".

    La Constitución del 78 otoga libertades civiles pero niega la libertad política de las personas al no garantizar y separar de forma constituyente los tres poderes del estado.

    Como puedes ya entender, la verdadera revolución consiste es apirar a la libertad política en la forma de gobierno de la democracia, cosa que ni hemos vivido en el antiguo régimen, ni en el actual. Consiste en cambiar radicalmente esta Monarquía de partidos por una democracia formal, lo cual pasa por echar del Estado y convertir en agrupaciones civiles a partidos y sindicados que hoy en día son órganos estatales. La causa de que en la actualidad no vivamos en democracia, la causa de la pervivencia de los problemas políticos actuales, está en los herederos del antiguo régimen y los partidos que en su momento, conscientemente, se repartieron interesadamente el Estado, al margen de cualquier voluntad ciudadana. Reparto al que no piesan renunciar si no se les fuerza.

    Los dirigentes de partidos conocedores de esta realidad, de la inconsistencia entre la forma de poder indigna que detentan y lo que proclaman, temerosos de perder su poder, tutelan cualquier desafección social hacia la política encauzando la participación ciudadana mediante una concepción ideológica de la democracia, pues ya renunciaron a su concepción formal. La democracia formal existe o no existe, como concepto abstracto y riguroso que es no admite graduaciones intermedias. De ahí que me produzcan aversión las expresiones: "democracia inmadura", "democracia joven", "votando, la democracia se ha hace más fuerte", "nunca se alcanzará la democracia perfecta", o cosas parecidas...., pues implicitamente denuncian una renuncia a la misma, sustituyéndola por una idología y utopía irrealizable en la práctica, paralizando así cualquier intento de acción civil. Apelar a a la conversión de los comportamientos, los hábitos, los corazones o las potencialidades humanas tiene sentido como opción personal, incluso dentro de un contexto religioso, pero es una ingenuidad o un error en política para alcanzar la democracia. Plantear una nueva manera de pensar, un cambio sin cambio, por los propios partidos e instituciones que detentan el poder, no es una revolución, sino una reforma; y como tal será conservadora, por ser irrealizable y por no encarar desde un principio la raíz del problema.

    Te agradezco tu interés hacia mis comentarios, que por otro lado no son nada originales, otras personas con mayor conocimiento ya los han manifestado lúcidamente desde la transición hasta la actualidad. Por eso y por la falta de tiempo para mantener un diálogo continuado, me hacen ver innecesario mantener un nick. Saludos.

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