tag:blogger.com,1999:blog-352968910744670150.post8375407665823310322..comments2023-09-25T13:10:05.563+02:00Comments on Pasión por la dialéctica, el blog de Javier Caso Iglesias: La teoría del cambio sin cambio de Guillermo Fernández Vara desde una perspectiva orteguianaAmigo de la Dialécticahttp://www.blogger.com/profile/04774780573123447291noreply@blogger.comBlogger1125tag:blogger.com,1999:blog-352968910744670150.post-40903959069847139552008-06-01T22:26:00.000+02:002008-06-01T22:26:00.000+02:00Estimado Javier, agradezco el tono de tus comentar...Estimado Javier, agradezco el tono de tus comentarios y artículos pero sospecho que no partimos del mismo análisis de la realidad aunque ambos (y casi todo el mundo) percibamos, por ejemplo, una suerte de desafección generalizada por la política en la sociedad, además de otras patologías sociales y políticas. <BR/><BR/>De tus palabras deduzco que no compartimos ni siquiera el mismo concepto de democracia. Disculpa que me extienda, pero veo necesario aclarar este concepto: por democracia entiendo la forma de gobierno caracterizada por los tres principios tradicionales básicos siguientes: el principio representativo en el legislativo, el principio electivo en el ejecutivo y la separación de poderes. De modo que la ausencia de alguna de ellas implica la ausencia de democracia. Como bien sabes, estoy hablando de condiciones necesarias y suficientes para poder hablar de democracia.<BR/><BR/>Por el principio representativo en el legislativo, el diputado se convierte en representate del elector y es este último quien debe tener el control total para confirmar o revocar a sus representantes. En este sentido el representante siempre se debe someter al representado. Por el principio electivo es de nuevo el elector quien elige al mandatario que ejercerá el poder ejecutivo. Los electores son dominados por la autoridad que delegan en el mandatario. Puesto que el sentido de las relaciones de dominación y poder son contrarios en ambos casos, se ha de garantizar la separación radical y el control mutuo de los poderes mediante elecciones independientes. <BR/><BR/>Pues bien, en la actual Monarquía de partidos no se cumple ninguno de dichos principios: El sistema proporcional y las listas de partidos cerradas (o abiertas) niegan el principio representativo al suprimir el poder de control del elector hacia el diputado. El elector no tiene la posibilidad de elegir y ejercer su control sobre su diputado de distrito (sistema uninominal mayoritario) . Es el partido (sus jefes o dirección) quien ejerce el control absoluto sobre sus diputados. Por muy mal que lo hagan los partidos, siempre tendrán asegurada su legitimidad apelando demagógicamente a la participación en las elecciones como un deber civil, calificando de actitud incívica la abstención activa del ciudadano que protesta. Para colmo, el sistema proporcional oculta a posteriori los intereses reales de los partidos en función de las cuotas electorales obtenidas. <BR/><BR/>El principo electivo tampoco se satisface pues los electores no eligen a quien deben obedecer. Son los diputados quienes refrendan en el ejecutivo a quien les ha puesto en la lista del partido. Es el poder legislativo quien se somete y presta obediencia a quien precisamente debe controlar y exigir responsabilidad. Si un parlamento de partidos es incapaz genéticamente de controlar a un gobierno de partidos, es absurdo pensar que puedan hacerlo las bases del partido. <BR/><BR/>La indivisibilidad de poderes, por no hablar de la evidente dependencia del judicial, se hace palpable en el parlamento nacional, en el autonómico y en lo municipal, pues en ellos está presente de forma indecente la bancada del gorbierno. Las lúcidas palabras de Montesquieu son reveladoras (El espíritu de las leyes, libro XI, cap IV): <I>"Cuando el poder legislativo y el poder ejecutivo están reunidos en la misma persona o en el mismo cuerpo de magistratura, no hay libertad, porque se puede temer que el mismo monarca o el mismo Senado hagan leyes tiránicamente.[...] Si no hubiera monarca y el poder ejecutivo fuera confiado a un cierto número de personas sacadas del cuerpo legislativo, no habría ya libertad, porque los dos poderes estarían unidos, las mismas personas tendrían a veces, y podrían siempre tener, parte la una en la otra".</I><BR/><BR/>La Constitución del 78 otoga libertades civiles pero niega la libertad política de las personas al no garantizar y separar de forma constituyente los tres poderes del estado.<BR/><BR/>Como puedes ya entender, la verdadera revolución consiste es apirar a la libertad política en la forma de gobierno de la democracia, cosa que ni hemos vivido en el antiguo régimen, ni en el actual. Consiste en cambiar radicalmente esta Monarquía de partidos por una democracia formal, lo cual pasa por echar del Estado y convertir en agrupaciones civiles a partidos y sindicados que hoy en día son órganos estatales. La causa de que en la actualidad no vivamos en democracia, la causa de la pervivencia de los problemas políticos actuales, está en los herederos del antiguo régimen y los partidos que en su momento, conscientemente, se repartieron interesadamente el Estado, al margen de cualquier voluntad ciudadana. Reparto al que no piesan renunciar si no se les fuerza.<BR/><BR/>Los dirigentes de partidos conocedores de esta realidad, de la inconsistencia entre la forma de poder indigna que detentan y lo que proclaman, temerosos de perder su poder, tutelan cualquier desafección social hacia la política encauzando la participación ciudadana mediante una concepción ideológica de la democracia, pues ya renunciaron a su concepción formal. La democracia formal existe o no existe, como concepto abstracto y riguroso que es no admite graduaciones intermedias. De ahí que me produzcan aversión las expresiones: "democracia inmadura", "democracia joven", "votando, la democracia se ha hace más fuerte", "nunca se alcanzará la democracia perfecta", o cosas parecidas...., pues implicitamente denuncian una renuncia a la misma, sustituyéndola por una idología y utopía irrealizable en la práctica, paralizando así cualquier intento de acción civil. Apelar a a la conversión de los comportamientos, los hábitos, los corazones o las potencialidades humanas tiene sentido como opción personal, incluso dentro de un contexto religioso, pero es una ingenuidad o un error en política para alcanzar la democracia. Plantear una nueva manera de pensar, un cambio sin cambio, por los propios partidos e instituciones que detentan el poder, no es una revolución, sino una reforma; y como tal será conservadora, por ser irrealizable y por no encarar desde un principio la raíz del problema.<BR/><BR/>Te agradezco tu interés hacia mis comentarios, que por otro lado no son nada originales, otras personas con mayor conocimiento ya los han manifestado lúcidamente desde la transición hasta la actualidad. Por eso y por la falta de tiempo para mantener un diálogo continuado, me hacen ver innecesario mantener un nick. Saludos.Anonymousnoreply@blogger.com