Dice la Sinopsis de la película de Richard Attenborough, Gandhi, que protagoniza magníficamente Gareth Forwood, que Mahatma no fue ni un militar, ni un gran gobernante, ni siquiera una gran intelectual, pero consiguió lo que otros, antes, no pudieron.
Los Quijotes, sean cervantinos, unamunianos u orteguianos, son así. Igual que el mundo de las letras cuando se vuelve subrrealista. Da la impresión de que no dicen nada y, sin embargo lo dicen todo.
Además, cuando lo dices todo, el miedo se exorciza; surgiendo una nueva epifanía más pura y buena donde la verdadera presencia humana se da a conocer. "Haz lo que temes y la muerte del temor será segura" que, en un lenguaje menos esotérico (con s) o más exotérico (con x), nos dice el sabio precepto filosófico de Ralph Waldo Emerson. Ese Ralph Waldo Emerson que a cuenta del monstruo quedó escrito también aquello de "Al tratar del Estado debemos recordar que sus instituciones no son aborígenes, aunque existieran antes de que nosotros naciéramos; que no son superiores al ciudadano; que cada una de ellas ha sido el acto de un solo hombre, pues cada ley y cada costumbre ha sido particular; que todas ellas son imitables y alterables, y que nosotros las podemos hacer igualmente buenas o mejores."
Así que nada de miedos, quijotismo socrático, pues Sócrates fue el primer Quijote. Ese Quijote, que como Gandhi después, doblegó realidades con la simple potencia de sus palabras, de sus amistosas, sencillas, humildes y sensatas palabras.
Dado que los amigos, de mi estimado y apreciado Paco Martín, son mis amigos; comparto con él la admiración por ese D. Quijote de Mérida, el alma del Periódico Digital Extremadura al Día, esa gran persona que es José Luis Fernández. Así como también extiendo esa amistad a toda esa pluralidad de ideales que Extremadura al Día alberga y da cobijo, incluidos esos duendecillos traviesos que forman parte de esa complicidad que Paco Martín describe en su artículo "Un año de 365 noches"; pues también son personas que buscan la luz y que, como buenos socráticos, hemos de entender que, lo que hacen, lo hacen por simple ignorancia de no saberse conducir mejor por la vida. Idéntica actitud de amistad es también, y por las mismas razones, la que hemos de mantener con aquellos que destierran ideales y aplastan a la disidencia porque en la inteligencia está su amenaza. Lo hacen también por ignorancia, son víctimas, instrumentos, de la época histórica que nos ha tocado vivir.
Hace un año por estas fechas que escribía un artículo en el que explicaba esta especie de sin sentido que aparentemente tienen algunos de nuestros comportamientos como individuos de unos u otros grupos sociales y que, en realidad, no lo es tal. En concreto decía explicando a mi admirado filósofo Carlos Marx, lo siguiente: "Marx se esfuerza en hacer comprender que el capitalismo no es fruto de ninguna injusticia humana, ni de un azar histórico, sino que es una fase impuesta como ineludible necesidad por el proceso histórico de la sociedad que transcurre impuesto por las exigencias del incesante e imparable desarrollo de las capacidades creadoras de las fuerzas productivas."
Cada época histórica desarrolla los comportamientos que la reproducen, por una parte, y que la sepultarán, por otra. A más rápidamente avancen nuestras capacidades creadoras-productivas como seres humanos (incluyo aquí nuestra propia autoconciencia), más rápidamente solventaremos esas crisis que se dan por que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Ahora mismo estamos inmersos en una de ellas en estas tierras nuestras de Extremadura. El resultado es cierto, antes o después, Dionisos vence a Apolo. No obstante aquí no acabará la historia, pues también antes o después Dionisos se transfigurará en Apolo, los humanos somos así; y la historia volverá a empezar. Eso sí, en un estadio superior. O sea, más civilizadamente; más democráticamente. Además, esto es algo innato a nuestra naturaleza dialéctica. Necesitamos el drama (del griego δράμα, 'acción'), pues la acción es señal de vida, señal de Eros, frente a ese Tánatos en el que se acaba todo, pues es sencillamente la muerte.
Por Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)
Los Quijotes, sean cervantinos, unamunianos u orteguianos, son así. Igual que el mundo de las letras cuando se vuelve subrrealista. Da la impresión de que no dicen nada y, sin embargo lo dicen todo.
Además, cuando lo dices todo, el miedo se exorciza; surgiendo una nueva epifanía más pura y buena donde la verdadera presencia humana se da a conocer. "Haz lo que temes y la muerte del temor será segura" que, en un lenguaje menos esotérico (con s) o más exotérico (con x), nos dice el sabio precepto filosófico de Ralph Waldo Emerson. Ese Ralph Waldo Emerson que a cuenta del monstruo quedó escrito también aquello de "Al tratar del Estado debemos recordar que sus instituciones no son aborígenes, aunque existieran antes de que nosotros naciéramos; que no son superiores al ciudadano; que cada una de ellas ha sido el acto de un solo hombre, pues cada ley y cada costumbre ha sido particular; que todas ellas son imitables y alterables, y que nosotros las podemos hacer igualmente buenas o mejores."
Así que nada de miedos, quijotismo socrático, pues Sócrates fue el primer Quijote. Ese Quijote, que como Gandhi después, doblegó realidades con la simple potencia de sus palabras, de sus amistosas, sencillas, humildes y sensatas palabras.
Dado que los amigos, de mi estimado y apreciado Paco Martín, son mis amigos; comparto con él la admiración por ese D. Quijote de Mérida, el alma del Periódico Digital Extremadura al Día, esa gran persona que es José Luis Fernández. Así como también extiendo esa amistad a toda esa pluralidad de ideales que Extremadura al Día alberga y da cobijo, incluidos esos duendecillos traviesos que forman parte de esa complicidad que Paco Martín describe en su artículo "Un año de 365 noches"; pues también son personas que buscan la luz y que, como buenos socráticos, hemos de entender que, lo que hacen, lo hacen por simple ignorancia de no saberse conducir mejor por la vida. Idéntica actitud de amistad es también, y por las mismas razones, la que hemos de mantener con aquellos que destierran ideales y aplastan a la disidencia porque en la inteligencia está su amenaza. Lo hacen también por ignorancia, son víctimas, instrumentos, de la época histórica que nos ha tocado vivir.
Hace un año por estas fechas que escribía un artículo en el que explicaba esta especie de sin sentido que aparentemente tienen algunos de nuestros comportamientos como individuos de unos u otros grupos sociales y que, en realidad, no lo es tal. En concreto decía explicando a mi admirado filósofo Carlos Marx, lo siguiente: "Marx se esfuerza en hacer comprender que el capitalismo no es fruto de ninguna injusticia humana, ni de un azar histórico, sino que es una fase impuesta como ineludible necesidad por el proceso histórico de la sociedad que transcurre impuesto por las exigencias del incesante e imparable desarrollo de las capacidades creadoras de las fuerzas productivas."
Cada época histórica desarrolla los comportamientos que la reproducen, por una parte, y que la sepultarán, por otra. A más rápidamente avancen nuestras capacidades creadoras-productivas como seres humanos (incluyo aquí nuestra propia autoconciencia), más rápidamente solventaremos esas crisis que se dan por que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Ahora mismo estamos inmersos en una de ellas en estas tierras nuestras de Extremadura. El resultado es cierto, antes o después, Dionisos vence a Apolo. No obstante aquí no acabará la historia, pues también antes o después Dionisos se transfigurará en Apolo, los humanos somos así; y la historia volverá a empezar. Eso sí, en un estadio superior. O sea, más civilizadamente; más democráticamente. Además, esto es algo innato a nuestra naturaleza dialéctica. Necesitamos el drama (del griego δράμα, 'acción'), pues la acción es señal de vida, señal de Eros, frente a ese Tánatos en el que se acaba todo, pues es sencillamente la muerte.
Por Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)
Aclaración:
ResponderEliminarEn este artículo no se habla de surrealismo, sino de subrrealismo; esto es, aquello que acontece por debajo de aquellas apariencias que se presentan a nuestra vista. Por tanto no se habla de nada absurdo.