Parece que el empecinamiento por no cambiar de paradigma en el sistema educativo nos lleva a situaciones kafkianas. Ahora la ocurrencia ha surgido en los EEUU, donde los profesores de un instituto de Texas iniciarán el curso portando armas; eso si, se garantizará que los maestros reciban un entrenamiento previo en el uso de armas.
La medida ha sido aprobada por la Junta Escolar de Harrold, una zona rural a unos 240 kilómetros de Fort Worth; y aprobada por los padres de los alumnos que se han mostrado favorables.
En España, de aplicarse una medida similar, deberíamos de tirar de nuestra tradición histórica; así podríamos instituir pintorescos tribunales de la Santa Inquisición que quemen públicamente a los alumnos díscolos para liberarlos de sus maldades que, seguramente, serán inspiradas por el averno.
Yo me cuestiono muy seriamente la salud mental de esta sociedad que estamos construyendo ¿Estamos majaretas o qué nos pasa? ¿Por qué en vez de dar pistolas al profesorado no los formamos con buenas metodologías didácticas? ¿Por qué no nos preocupamos por mejorar radicalmente los entornos sociales en los que crecen los alumnos? ¿Por qué no asume la sociedad, desde el inicio, la formación de aquellos niños y niñas de hogares cuyos padres están sumidos en el mundo de la delincuencia y la droga? ¿Por qué no intervenimos, desde el inicio, en familias cuyos hijos, trimestre escolar tras trimestre escolar, no cosechan otra cosa que fracaso?
Si sabemos a ciencia cierta -como así lo constatan en su estudio titulado "Fracaso escolar y violencia en la escuela: Factores psicológicos y sociales" los profesores de universidad Doña Cristina Serna Sarrato, Doña Isabel Martínez y Don Santiago Yubero Jiménez-, que las distintas investigaciones coinciden en la existencia de relaciones entre la intimidación y la violencia entre iguales y algunos determinantes del rendimiento académico, ¿por qué no actuamos tomando las medidas adecuadas?
¿Por qué sabiendo lo que falla en nuestro sistema de socialización y conociendo las medidas que hemos de tomar, no las adoptamos? ¿qué nos paraliza a la hora de tomar decisiones?
Si buscamos resultados diferentes, no sigamos haciendo lo mismo que nos sugeriría Albert Einstein.
Por Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)
La medida ha sido aprobada por la Junta Escolar de Harrold, una zona rural a unos 240 kilómetros de Fort Worth; y aprobada por los padres de los alumnos que se han mostrado favorables.
En España, de aplicarse una medida similar, deberíamos de tirar de nuestra tradición histórica; así podríamos instituir pintorescos tribunales de la Santa Inquisición que quemen públicamente a los alumnos díscolos para liberarlos de sus maldades que, seguramente, serán inspiradas por el averno.
Yo me cuestiono muy seriamente la salud mental de esta sociedad que estamos construyendo ¿Estamos majaretas o qué nos pasa? ¿Por qué en vez de dar pistolas al profesorado no los formamos con buenas metodologías didácticas? ¿Por qué no nos preocupamos por mejorar radicalmente los entornos sociales en los que crecen los alumnos? ¿Por qué no asume la sociedad, desde el inicio, la formación de aquellos niños y niñas de hogares cuyos padres están sumidos en el mundo de la delincuencia y la droga? ¿Por qué no intervenimos, desde el inicio, en familias cuyos hijos, trimestre escolar tras trimestre escolar, no cosechan otra cosa que fracaso?
Si sabemos a ciencia cierta -como así lo constatan en su estudio titulado "Fracaso escolar y violencia en la escuela: Factores psicológicos y sociales" los profesores de universidad Doña Cristina Serna Sarrato, Doña Isabel Martínez y Don Santiago Yubero Jiménez-, que las distintas investigaciones coinciden en la existencia de relaciones entre la intimidación y la violencia entre iguales y algunos determinantes del rendimiento académico, ¿por qué no actuamos tomando las medidas adecuadas?
¿Por qué sabiendo lo que falla en nuestro sistema de socialización y conociendo las medidas que hemos de tomar, no las adoptamos? ¿qué nos paraliza a la hora de tomar decisiones?
Si buscamos resultados diferentes, no sigamos haciendo lo mismo que nos sugeriría Albert Einstein.
Por Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)
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