lunes, 1 de junio de 2015

Apuntes sobre lógica dialéctica

El uso de la lógica dialéctica permite comprender el fenómeno de los cambios históricos (materialismo histórico) y de los cambios naturales (materialismo dialéctico). Todos estos cambios se hallan regidos por las “tres grandes leyes dialécticas”: la ley de la negación de la negación, la ley del paso de la cantidad a la cualidad, y la ley de la coincidencia de los opuestos. Tales leyes permiten afirmar ‘S es P’ y negar a la vez ‘S es P’, pues señalan que si ‘S es P’, puede ser verdadero en el tiempo t, pero puede no ser verdadero en el tiempo t1.

Las leyes de la dialéctica citadas representan una verdadera modificación de las leyes lógicas formales y que, por lo tanto, los principios de identidad, de contradicción y de tercio excluso no rigen en la lógica dialéctica. Por ese motivo la lógica formal (no dialéctica) ha sido o enteramente rechazada o considerada como una lógica de nivel inferior, apta solamente para describir la realidad en su fase estable.

Como ontología, la dialéctica hegeliana, en clara deuda con Heráclito y con el monismo de Spinoza, concibe la realidad dinámicamente como una oposición de contrarios.

La dialéctica como ontología entiende que hay una regla, un orden en el continuo fluir de contradicciones y que se da en tres momentos que se corresponden con las expresiones de Fichte: Tesis, antítesis y síntesis, aunque Hegel utilizará otros términos al referirse a ellas.

En un primer momento (tesis, posición), lo que está “en sí” se niega y se desgarra (aliena) en lo “otro” (antítesis, negación). Estos dos momentos se reconcilian en un tercero (síntesis, negación de la negación. Superación) que, de manera circular, se convierte en un nuevo primer momento (tesis) que deberá ser negado otra vez.

La nueva lógica que propone Hegel no se basa, sin embargo, en el principio de identidad, sino en el principio de contradicción.

Invirtiendo la postura de Hegel, Marx construirá una dialéctica en torno a la materia (no a la idea), cuya finalidad no será la simple teorización y justificación de la realidad, sino su transformación revolucionaria.

La dialéctica se fundamenta en tres leyes, elaboradas por Engels en su materialismo dialéctico y que pueden enunciarse de la siguiente manera:
  1. Ley de unidad y lucha de los contrarios: Todo en la naturaleza está compuesto por parejas de opuestos que residen en la materia y están en continua lucha causando los movimientos y cambios de la naturaleza y su diversificación en distintos seres.
  2. Ley de conversión de la cantidad en la cualidad y viceversa: el aumento o la disminución de la cantidad de materia transforma y cambia la cualidad de las cosas y al revés, lo que supone un mejoramiento de los seres, entendido como un progreso (evolución).
  3. Ley de la negación de la negación: La negación preside todos los cambios constituyéndose en tríadas dialécticas en las que el primer contrario es la tesis, el segundo la negación de la tesis (antítesis) y el tercero la negación de la negación de la tesis (síntesis), que agrupa lo bueno de las dos primeras.
A partir de estas leyes Marx elabora una dialéctica de la historia, denominada materialismo histórico, que se fundamenta en el desarrollo de las fuerzas de producción (el trabajo) y cuyo motor es la lucha de clases.

Como la base real de cualquier sociedad es la estructura económica, y esta está constituida por las relaciones de producción, la historia no se conduce por las ideas (o la razón hegeliana), que no son sino elementos de la superestructura o ideología. Al contrario, la ideología dominante en cualquier época es la ideología de la clase dominante, y siempre justifica la estructura económica que la ha generado.

Cuando las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones de producción o con las relaciones de propiedad en las que habían surgido, se abre un período de transformación radical (antítesis) que se resuelve en un nuevo período (tesis) en el que se establecen nuevas relaciones de producción.

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