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Quisiera seguir aportando mis opiniones al interesante debate abierto por el compañero Rafael Pla-López en relación a las conclusiones prácticas que, inevitablemente este trasiego de ideas en el entorno de Kaosenlared, han de hacer florecer.
Entiendo que es necesario, antes de abordar cuestiones prácticas, especificar e intentar hacer converger las cosmovisiones que se tienen. Uno de los graves problemas de la izquierda transformadora es que su cosmovisión no es dialéctica.
Si utilizamos en sus acepciones filosóficas los términos que estos días hemos estado empleando en este constructivo debate surgido al amparo de las páginas de Kaosenlared, esto es, entropía y neguentropía; podremos concluir que las actuaciones de la izquierda transformadora son altamente entrópicas, o lo que es lo mismo, no destacan, tienden hacia una uniformidad mortecina, carecen de capacidad de vida, de ganas de transformar realidades, son como las moléculas de gas del experimento de Boltzmann.
Esta evidencia empírica arranca en la cosmovisión. Por eso me empecino tanto en ese tipo de debates. Si fallamos desde la cosmovisión de las cosas, evidentemente resultará imposible ponernos de acuerdo minimamente en lo concreto. Así estamos.
Cual es el hecho diferencial de los verdaderos movimientos de transformación social a lo largo de la historia (no los que se titulan, sino lo que son capaces de dejar su impronta). Qué los hace triunfar. Parece evidente que no es por deambular sin sentido. Reflexionemos en el por qué todas aquellas realidades políticas que gestionan el poder, sean del signo que sean, se mantienen en el mismo incluso manteniendo formas aversivas contra la población.
Para responder a las anteriores preguntas hay que observar desde lo general y analizar por medio de las leyes de la dialéctica. Con ellas hemos de sopesar tanto lo objetivo como lo subjetivo, así como las tendencias que refuerzan. Pongamos los ejemplos de Cuba, Venezuela, Bolivia o China. Vemos que, incluso con paradigmas ideológicos que tienen cierta variación, en estos países gobiernan representantes de un modelo de sistema diferente al capitalista. Aunque en China solo sea por la centralización y la planificación del sistema en manos del Estado.
Si ahora nos preguntamos por qué ocurre esta evidencia nos tendremos que responder que, en términos generales, satisfacen tanto las necesidades subjetivas como objetivas de las poblaciones de sus respectivos países en cuanto al desarrollo de sus inherentes fuerzas productivas, en cuanto al desarrollo de la vida material. De no ser así un gobierno no dura, sea del signo que sea, por mucho control de medios (tanto represivos como ideológicos) que tenga; ejemplos sobran en la historia.
Esta misma evidencia se puede aplicar en los países capitalistas, cuya fase de ineludible necesidad, pero temporal, teorizó Marx.
Por qué Marx dijo lo de fase de ineludible necesidad, pues porque observaba empíricamente que la clase que debía sustituir a los capitalistas era engendrada por estos, y que tras ser engendrada se tenía que formar, en lo subjetivo, en relación con lo dialécticamente objetivo. En ello todavía estamos, pues en los países occidentales, la izquierda transformadora, sigue deambulando sin orientación. Lo de temporal tiene que ver con esto último, mientras deambulamos no nos organizamos, no transformamos y no ponemos fin al irracional sistema de organización capitalista. Sistema que se mantiene por que no existe alternativa visible, coherente y sólida que se proponga al sujeto social que debe realizar su cambio.
En los países capitalistas, si la izquierda transformadora fuera propositiva en vez de solamente crítica, su realidad sería otra muy diferente. Avanzaría más en organización, en credibilidad, en ser generadora de cambios, en ser, en definitiva, gobernadora de esos cambios.
En otras ocasiones he razonado el por qué gobierna quien gobierna (sea esto aquí, en este país, o en EE.UU., Rusia, Alemania, Francia, etc.), sencillamente, y según las leyes generales de la dialéctica, porque a escala general representa un mayor desarrollo de las fuerzas productivas, en definitiva un mayor desarrollo de la vida material. Si aquel que gobierna no fuera la máxima expresión, en ese momento histórico concreto, del mayor desarrollo de las fuerzas productivas, de la vida material, desde luego que no gobernaría. Si, incluso, en EE.UU. hubiera una alternativa que representara, desde la izquierda, un mayor impulso, a escala general, de las fuerzas productivas, de la vida material, lógicamente desde la neguentropía, desde la sostenibilidad, la armonía, etc., sus posibilidades de gobernar serían muchas aunque nos parezca extraño e inverosímil; como inverosímil nos hubiera parecido que tras la muerte del Che en Bolivia alguien nos hubiera dicho que no muchos años después, una persona con sus ideas, iba a gobernar el país.
En España la realidad es idéntica, que trabajador no ha pensado que votar (no ya organizarse sino simplemente votar) a las opciones de la izquierda transformadora en este país no suponga un casi volver a la Edad Media en cuanto a desarrollo de las fuerzas productivas, en cuanto a desarrollo de la vida material. Si en vez de tener programas entrópicos optaran por la neguentropía, obviamente sostenible y no aversiva tanto en el plano laboral (ampliando los canales de participación de los trabajadores en las empresas, recuperando como objetivo la propia gestión de estas por parte de ellos), como en el plano social, en el de la investigación, así como en el industrial o ecológico, otras evidencias encontraríamos.
Pero la certeza es que los programas de la izquierda transformadora no convencen a nadie como instrumento de avance social en la única línea dialécticamente posible, la del desarrollo de las fuerzas productivas, esto es, la del desarrollo de la vida material.
Además, y abundando al respecto de la organización de la izquierda transformadora, decir que esto de organizarse es algo muy serio y para lo cual se necesita de lo que hablaba al principio, coincidir en la cosmovisión. Pues empíricamente hemos visto a lo largo de la historia muchos intentos de unión de la izquierda transformadora que no han conducido más que a un estancamiento entrópico ineficaz para la práctica. Si nos unimos ha de ser motivado en un por qué, no en un unirse por unirse. Este por qué ha de ser además sólido. Este por qué ha de darse en el ámbito de la cosmovisión.
Aquí es donde aparece con más rotundidad la acepción filosófica de Neguentropía, que la tiene. Neguentropía es el espíritu, la fuerza de aquellos que afirman la vida, de aquellos que, parafraseando a Rafael Pla, no conciben el comunismo como un "dolce far niente", de aquellos que no sólo se organizan para luchar ahora contra el capitalismo, sino de aquellos que lucharán siempre contra la entropía, el caos y la degradación. Es previsible, como dice Rafael Pla, que dicha lucha, en conjunto, sea cada vez más dura, pero la esperanza radica no en que el entorno futuro sea más benévolo, sino en que el desarrollo de las fuerzas productivas incremente nuestra capacidad para sobrevivir en él.
Eso es lo que nos falta, esa cosmovisión, fundamentada dialécticamente, que tuvieron Marx, Engels, Lenin. Esa cosmovisión que siempre han tenido aquellos que a lo largo de la historia han valorado la vida material; además, una cosmovisión neguentrópica con todo lo que ello supone. Insisto, con todo lo que ello supone, esto es: desarrollo decidido de las fuerzas productivas, desarrollo decidido de la vida material.
De no ser así otros, desde la irracionalidad, nos harán transitar por un camino más largo que nunca llegará a donde nosotros queremos ir; pero que de seguro que este camino irracional nos acercará más a nuestra meta que la indolencia nihilista (no en cuanto activismo sino en cuanto objetivos y fines) que actualmente representa la izquierda transformadora en términos generales. O lo que es lo mismo, mucha táctica sin estrategia, mucho activismo sin cosmovisión, no le sirve absolutamente para nada a la izquierda transformadora; ganándonos así siempre la partida la irracionalidad capitalista.
Y recordad las palabras de Rafael Pla: La esperanza radica no en que el entorno futuro sea más benévolo, sino en que el desarrollo de las fuerzas productivas incremente nuestra capacidad para sobrevivir en él.
Sin más por el momento, recibid un fraternal saludo.
Vuestro compañero y amigo Javier.
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