miércoles, 2 de noviembre de 2011

Refundando Iniciativa en Extremadura

Le digo a mi compañero y amigo Enrique Justo Cerviño que tenemos pendiente un tema que abordar. Es el relativo al partido. Yo hasta ahora he estado más bien centrado en trabajar y teorizar sobre Espacios Plurales, así como qué sería una cooperativa política, o sea, un frente amplio o frente popular para el siglo XXI; pero es obvia -y la realidad así lo impone y demanda-, la necesidad de un partido que acompañe este proceso de toma de conciencia ciudadana para que esta adquisición de conciencia pueda concluir en agrupamiento social; agrupamiento social que haga eficaces las ideas comunes y señas de identidad que sostenemos como colectivo humano que pretende, con toda legitimidad, plasmar las mismas en la práctica cotidiana.

Podríamos decir que son cuatro los elementos constitutivos de estas ideas comunes o señas de identidad: el político, el económico, la democracia en el espacio social y el ecológico. Los primeros tres elementos forman el marco institucional, que desea la distribución igualitaria del poder político, económico y el poder social respectivamente. En este sentido, estos elementos definen a un sistema, que desea la eliminación efectiva de la dominación del ser humano sobre otros seres humanos. El cuarto elemento constitutivo, el ecológico, desea reintegrar a los humanos con la naturaleza; evitando así sus impactos en el planeta, y sus consecuencias en la sociedad misma.

Pienso que ha de tratarse de un partido que sea un espacio amable en el que estrechar vínculos y fraguar concomitancias. Una organización que sea un coadyuvante para conectar lo que surge en la sociedad, nunca un sustituto de las iniciativas ciudadanas.

Mi opinión es que, más que un partido, se debe de trabajar para conformar un Meta-Partido, una estructura que vaya más allá que un simple partido. Digo esto por una razón obvia, en la actualidad existen personas muy interesantes, con una gran capacidad, que comparten y suscriben nuestros mismos criterios y pensamientos; pero que participan en otras estructuras políticas.

Esto más que un obstáculo debe de transformarse en una posibilidad. Y esto de posibilidad lo planteo por lo siguiente: Creo que la cuestión sería hacer una organización diferente a las demás, una organización que, sobre todo, trabajara el aspecto de la elevación del nivel de conciencia sobre la realidad social y material en la que nos encontramos inmersos; sirviendo este discernimiento como herramienta para aprehender y aprender nuevas técnicas mas eficientes y flexibles de intervención sociopolítica.

Una organización en la que sus miembros (adscritos o simpatizantes) llevaran nuestras ideas a sus propias organizaciones al objeto de clarificar sus discursos en lo unitario y llevarlas a converger. Una organización que fuera como una nave nodriza. Una organización que no principiara por competir con las demás, sino que marcara un hecho diferencial en el sentido de laborar activamente por buscar confluencias sin renunciar a los principios; es por todo ello que propongo que esta nueva estructura participe electoralmente a través de las estructuras políticas progresistas -alternativas a los Partidos del Turno (PPSOE)- ya existentes.

Este instrumento, esta organización podría ser Iniciativa.

Como manifiestan desde Paralelo 36, no es fácil esta tarea porque el desarrollismo ha inoculado el virus de la competencia, la desconfianza, el individualismo y el mercantilismo en la política. Pero no por la dificultad hay que tirar la toalla, ya que este tipo de tarea política tiene como principal requisito cambiar la forma de entender la política y las relaciones políticas, sobre la base de la confianza y la generosidad.

Pienso que esta función está en el núcleo de las nuevas necesidades que demanda la reestructuración general de la izquierda que se está produciendo en todo el mundo, incluido el Estado Español, como consecuencia de la insuficiente respuesta de la izquierda tradicional a la crisis.

Como sostiene el Profesor Toni Comín, las actuales estructuras se organizan en unidades funcionales que se hacen y se deshacen. Cada vez sirven menos las viejas empresas fordistas, estructuradas como una pirámide fija. Para que lo entendamos mejor a continuación dejo un resumen de su pensamiento al respecto:

Se trata de maximizar la utilidad en términos de participación. No se trata de medirla en términos de votos, sino en su capacidad ya no sólo para representar, sino para incluir al ciudadano en el proceso político; su capacidad para "politizar", es decir, activar el ser-político que, a priori, todo ciudadano, por el hecho de serlo, se supone que lleva dentro.

El proceso político tiene muchas fases y muchas actividades a través de las cuales se manifiesta: el debate, la movilización, la formación y la información, la deliberación, la toma de decisiones propiamente dicha, el control de las instituciones y los gobiernos, etc. Para maximizar la utilidad en términos de participación, de la misma manera que las pirámides fordistas ya no valen para crear riqueza en el caso de la empresa, tampoco sirven ya los clásicos partidos políticos piramidales, herederos del centralismo democrático. Necesitamos partidos-red: no una sino una suma de organizaciones, de distintos tamaños, cada una con su especialización funcional, que tengan una relación a la vez de conexión y autonomía.

El partido-red es una estructura compleja –y hasta cierto punto dispersa- capaz de maximizar la participación política en la medida que cada uno de los nodos ofrece una puerta distinta y específica para "entrar" en la actividad política, ya sea mediante la reflexión o la acción. Contra la visión del siglo XX, según la cual la agrupación de fuerzas en una sola organización era la manera de fortalecer la capacidad política de los partidos, probablemente hoy los partidos políticos estrictamente considerados, si quieren ser efectivamente hegemónicos, deberán renunciar a absorberlo todo, controlarlo todo, dirigirlo todo, y conformarse con ser simplemente el nodo principal de una red plural y compleja, con mil nodos complementarios, que se intercambian información, ideas, decisiones y acción.

Lo más irónico del caso es que, probablemente, a día de hoy la mayoría de los espacios políticos, en nuestras sociedades democráticas, ya estén organizados así: de manera reticular y dispersa. Sin embargo, al analizar esta situación con el paradigma antiguo –con las gafas del fordismo político- esta realidad llena de posibilidades no es reconocida como una oportunidad y una riqueza sino como un problema. Por lo tanto, el reto de hoy es conseguir que las redes lo sean conscientemente, organizar-se en forma de partido-red de manera voluntaria y no por mera necesidad, sin saber muy bien por qué. Lo fundamental es que entre los distintos nodos haya una relación de cooperación, a la vez que de autonomía, que se reconozcan y se sepan especializar, y no que se nieguen, compitan o se boicoteen entre sí. Evidentemente, las TIC e Internet, igual que en el mundo de la economía, es una herramienta imprescindible para acometer con éxito esta empresa.

No olvidemos que la participación y la proximidad pasan a ser, de manera espontánea, el polo compensatorio de la construcción de partidos supra-estatales, capaces de actuar como global players. Si para reconstruir el Estado Social y para gobernar la globalización hacen falta partidos europeos, es decir, si la política en cierta medida no tiene más remedio que alejarse, ¿de qué manera devolver al ciudadano la experiencia inmediata de la democracia, tan necesaria para mantener la legitimación de este sistema político? La participación y la proximidad no son sólo una consecuencia de los mayores niveles de educación de nuestras sociedades, sino fundamentalmente una necesidad dialéctica de una política (democrática) que necesita globalizarse para recuperar la eficacia perdida.

Los partidos del siglo XXI tienen que ser capaces, en síntesis, de desplazar simultáneamente la política hacia arriba y hacia abajo –o, si se prefiere, hacia fuera y hacia adentro-. Sólo así volverán a ser el instrumento útil al servicio del proceso de democratización continua, recuperando esa función que desde los inicios de la modernidad los ha dotado de identidad y de sentido.

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