En el día de hoy descubro que desde el Ministerio de Educación y Ciencia se nos dice que el currículo es el conjunto de objetivos, de contenidos, de métodos pedagógicos (metodologías) y de evaluación que han de regular la práctica educativa; así que viendo nuestras prácticas conoceremos la teoría en la que esta se sustenta.
Decía días atrás a mis amigos y amigas de la Plaza de la Cordialidad que, de hace un tiempo a esta parte, vengo centrando mis observaciones y análisis sobre el sistema educativo; así como que este se presenta solo, y no precisamente por las satisfacciones que nos reporta. Nuestro sistema educativo se caracteriza por su carencia de participación, la total ausencia de motivación; y por tener unos de los porcentajes más altos de fracaso académico (ahí está el informe PISA para atestiguarlo).
También sostengo que las razones que motivan esta realidad son las metodologías aversivas que en él se emplean. Obligatoriedad, imposición y exigencia como seña de identidad, cuando no coacción.
El día de hoy puedo considerarlo como dichoso, pues saber que en el Ministerio de Educación y Ciencia se empieza a pensar de la misma manera que los ciudadanos, en este tema que tan lesivas y angustiosas consecuencias nos reporta, me hace recobrar un poquito esa confianza perdida en lo institucional.
Hoy más que nunca sigo manteniendo que no entiendo como nos seguimos empecinando en prácticas fracasadas y que hacen fracasar, cuando desde la ciencia (y ahora también desde el Ministerio de Educación) se nos presentan, y prueban empíricamente, opciones y metodologías que garantizan el éxito. Por qué nos resulta tan difícil abandonar nuestras costumbres y hábitos infuncionales (y esto desafortunadamente pasa tanto en lo público como en lo privado).
Soy Socrático y creo, como Sócrates, en la mayéutica, esto es: Primero, el ser humano es bueno por naturaleza, son los procesos inadecuados de socialización los que le pervierten; Segundo, Los procesos de socialización adecuados solo se consiguen implantar en los demás desde la cercanía, desde la afectividad, desde la implicación, desde la ilusión, desde el compromiso, desde el compartir objetivos y consensuarlos; pues desde la oposición y el aborrecimiento a aquello que se aprende por el aversivo método con el que se instruye, solo se consigue el efecto contrario. Dice Daniel Golemann, el autor de la inteligencia emocional, que el fallo está en que solo utilizamos el 50% de nuestro cerebro, el cognitivo, y que el otro 50% de nuestro cerebro, el emocional, suele ser siempre excluido de la participación en las decisiones y acciones que tomamos y emprendemos; Así nos va.
Todo lo expuesto no lo digo como una simple elucubración, sino para que el responsable institucional al que le competa se aplique y lo aplique (yo en nada obligo a nadie, pues como Tales de Mileto mantengo que esto es sólo como yo lo veo, que esto es sólo como yo lo creo, pero que es conveniente que entre todos se mejore esto que yo digo. No en balde Tales fue el filósofo griego que inauguró la tradición crítica). Y que mejor forma de hacerlo, si quiere y le apetece al citado responsable institucional con competencias en educación, que primando y premiando (carrera profesional, ascensos, traslados, cargos de responsabilidad, retribuciones, etc...) a aquellos profesionales que se caracterizan por aplicar metodologías participativas desde la afectividad y logran conseguir magníficos resultados académicos en sus alumnos.
Fdo.: Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)
Decía días atrás a mis amigos y amigas de la Plaza de la Cordialidad que, de hace un tiempo a esta parte, vengo centrando mis observaciones y análisis sobre el sistema educativo; así como que este se presenta solo, y no precisamente por las satisfacciones que nos reporta. Nuestro sistema educativo se caracteriza por su carencia de participación, la total ausencia de motivación; y por tener unos de los porcentajes más altos de fracaso académico (ahí está el informe PISA para atestiguarlo).
También sostengo que las razones que motivan esta realidad son las metodologías aversivas que en él se emplean. Obligatoriedad, imposición y exigencia como seña de identidad, cuando no coacción.
El día de hoy puedo considerarlo como dichoso, pues saber que en el Ministerio de Educación y Ciencia se empieza a pensar de la misma manera que los ciudadanos, en este tema que tan lesivas y angustiosas consecuencias nos reporta, me hace recobrar un poquito esa confianza perdida en lo institucional.
Hoy más que nunca sigo manteniendo que no entiendo como nos seguimos empecinando en prácticas fracasadas y que hacen fracasar, cuando desde la ciencia (y ahora también desde el Ministerio de Educación) se nos presentan, y prueban empíricamente, opciones y metodologías que garantizan el éxito. Por qué nos resulta tan difícil abandonar nuestras costumbres y hábitos infuncionales (y esto desafortunadamente pasa tanto en lo público como en lo privado).
Soy Socrático y creo, como Sócrates, en la mayéutica, esto es: Primero, el ser humano es bueno por naturaleza, son los procesos inadecuados de socialización los que le pervierten; Segundo, Los procesos de socialización adecuados solo se consiguen implantar en los demás desde la cercanía, desde la afectividad, desde la implicación, desde la ilusión, desde el compromiso, desde el compartir objetivos y consensuarlos; pues desde la oposición y el aborrecimiento a aquello que se aprende por el aversivo método con el que se instruye, solo se consigue el efecto contrario. Dice Daniel Golemann, el autor de la inteligencia emocional, que el fallo está en que solo utilizamos el 50% de nuestro cerebro, el cognitivo, y que el otro 50% de nuestro cerebro, el emocional, suele ser siempre excluido de la participación en las decisiones y acciones que tomamos y emprendemos; Así nos va.
Todo lo expuesto no lo digo como una simple elucubración, sino para que el responsable institucional al que le competa se aplique y lo aplique (yo en nada obligo a nadie, pues como Tales de Mileto mantengo que esto es sólo como yo lo veo, que esto es sólo como yo lo creo, pero que es conveniente que entre todos se mejore esto que yo digo. No en balde Tales fue el filósofo griego que inauguró la tradición crítica). Y que mejor forma de hacerlo, si quiere y le apetece al citado responsable institucional con competencias en educación, que primando y premiando (carrera profesional, ascensos, traslados, cargos de responsabilidad, retribuciones, etc...) a aquellos profesionales que se caracterizan por aplicar metodologías participativas desde la afectividad y logran conseguir magníficos resultados académicos en sus alumnos.
Fdo.: Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)
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