Por Javier Caso Iglesias | Analista y Divulgador
Afirma Georg Groddeck en su obra titulada "El libro del Ello" que, a lo largo de un tratamiento, acostumbra a recordarle al paciente que en el embrión humano existe una fuerza vital capaz de construir una nariz, un dedo, un cerebro y que, por consiguiente a esa fuerza, que es capaz de crear a un ser humano completo, no le resultará nada difícil producir un dolor de cabeza o una diarrea o una inflamación de garganta, y que no resulta demasiado aventurado admitir que sea ella también la responsable de una pulmonía, del cáncer o de la gota.
Llega incluso a afirmar Georg Groddeck que esa fuerza vital hace todo esto a su arbitrio y con determinados fines, además de escoger, con semejante finalidad, el tiempo, el lugar y la especie de enfermedad que le convenga; para, acto seguido, preguntar al paciente ¿Qué función y significado crees que tiene tu enfermedad? ¿Qué emociones, sentimientos expresa tu fuerza vital a través de tu cuerpo?
Y cuando el paciente encuentra el motivo de esa enfermedad, aquello que con la enfermedad trataba de evitar y lo hace consciente, la enfermedad desaparece.
Georg Groddeck añade que una cosa se puede decir con seguridad: cuanto más graves son los conflictos internos tanto más graves son también las enfermedades que representan simbólicamente el conflicto.
La enfermedad es un símbolo, una representación de procesos interiores, un teatro de nuestra fuerza vital por medio del cual expresa lo que no puede decir con la boca. Con otras palabras, toda enfermedad, se la llame nerviosa u orgánica, y también la muerte, están tan preñadas de sentido como cualquier actividad consciente del ser humano. Nos comunican algo de nuestra fuerza vital de una manera más clara y persuasiva que el lenguaje.
Afirma Georg Groddeck en su obra titulada "El libro del Ello" que, a lo largo de un tratamiento, acostumbra a recordarle al paciente que en el embrión humano existe una fuerza vital capaz de construir una nariz, un dedo, un cerebro y que, por consiguiente a esa fuerza, que es capaz de crear a un ser humano completo, no le resultará nada difícil producir un dolor de cabeza o una diarrea o una inflamación de garganta, y que no resulta demasiado aventurado admitir que sea ella también la responsable de una pulmonía, del cáncer o de la gota.
Llega incluso a afirmar Georg Groddeck que esa fuerza vital hace todo esto a su arbitrio y con determinados fines, además de escoger, con semejante finalidad, el tiempo, el lugar y la especie de enfermedad que le convenga; para, acto seguido, preguntar al paciente ¿Qué función y significado crees que tiene tu enfermedad? ¿Qué emociones, sentimientos expresa tu fuerza vital a través de tu cuerpo?
Y cuando el paciente encuentra el motivo de esa enfermedad, aquello que con la enfermedad trataba de evitar y lo hace consciente, la enfermedad desaparece.
Georg Groddeck añade que una cosa se puede decir con seguridad: cuanto más graves son los conflictos internos tanto más graves son también las enfermedades que representan simbólicamente el conflicto.
La enfermedad es un símbolo, una representación de procesos interiores, un teatro de nuestra fuerza vital por medio del cual expresa lo que no puede decir con la boca. Con otras palabras, toda enfermedad, se la llame nerviosa u orgánica, y también la muerte, están tan preñadas de sentido como cualquier actividad consciente del ser humano. Nos comunican algo de nuestra fuerza vital de una manera más clara y persuasiva que el lenguaje.
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