Por Javier Caso Iglesias | Analista Político
Mi anterior propuesta, al Encuentro Confluyente del 27 de febrero en Cáceres, ha sido la relativa al modelo de relación que debemos de establecer entre nosotros/as, así como con la ciudadanía. Hemos de elegir, del constructo dicotómico que la propia realidad nos plantea, una de las dos alternativas, por eso insistía en mi pregunta: ¿Cómo nos relacionamos entre nosotros como sujetos políticos y sociales llamados a cambiar esta sociedad? ¿Nos relacionamos entre nosotros/as (todos/as con todos/as nosotros/as) con afecto, cordialidad, empatía, comprensión, fraternidad o más bien siguiendo las pautas de comportamiento establecidas por el sistema (competitividad, rivalidad, lucha, disputa, dominio, pugna, duelo, reto, enfrentamiento, riña, pendencia, ...)?
En esta propuesta quiero plantear otros dos temas claves para llevar a cabo un proceso de confluencia, de unidad ciudadana y popular, con garantías de éxito.
El primero es el relativo al papel que queremos desempeñar. Aquí también hay que elegir una de las dos partes de otro constructo dicotómico. O nos autorepresentamos a nosotros mismos o representamos a la sociedad. Como certeramente lo expresa Yolanda Díaz de En Marea, de lo que se trata es de buscar una nueva herramienta "para las mayorías sociales del siglo XXI".
Como ejemplo para analizar esto que digo podemos recordar que en un documento de IU del año 1988, Julio Anguita hablaba ya de Refundación de IU y de Bloque Social de Progreso. El documento se llamaba "manifiesto para la articulación de IU". O sea, el PCE e IU llevan más de un cuarto de siglo hablando de lo mismo y no se ha avanzado nada de nada; su problema es claro, tienen miedo a dar el paso, a salir del espacio de la autorepresentación de los propios activistas de su organización para comenzar a representar a las mayorías sociales. De ahí sus constantes resultados marginales en términos institucionales.
La causa de esta realidad es la aplicación de viejas recetas, como explica Yolanda Díaz, no se trata de refundar nada, sino de superar los actuales modelos de relación buscando una nueva herramienta que sea capaz de representar a las mayorías sociales del siglo XXI.
Para iniciar un proceso de confluencia, de unidad, esta es otra de las preguntas a las que debemos de responder: ¿O nos autorepresentamos a nosotros mismos o representamos a la sociedad? Mi sugerencia es que no caigamos en la autorepresentación y apostemos decididamente por empoderar a la ciudadanía. Para ello hemos de evitar comportamientos oligárquicos y poliárquicos excluyentes y abrazar praxis verdaderamente democráticas.
El segundo de estos temas, muy relacionado con el anteriormente expuesto, es el relativo a la estrategia y al discurso. La estrategia determina a dónde vamos, por tanto hay que preguntarse ¿a dónde queremos ir todos? Hay que evitar que esta pregunta la contesten en exclusiva las vanguardias, pues de lo que se trata en este momento histórico es de la búsqueda de una herramienta que sea capaz de representar a amplias mayorías sociales, o sea, de una herramienta política para gobernar obedeciendo al pueblo, a la ciudadanía, a amplias mayoría sociales. Es por ello que, siguiendo las recomendaciones de un gran estratega del siglo pasado, el "calvo de la perilla" como le llaman algunos, hemos de evitar en esta fase esas enfermedades infantiles tendentes al "izquierdismo".
Es obvio que el discurso de esta fase ha de estar muy ligado y ser muy consecuente a ese lugar que la estrategia ha de marcar tras responder a la pregunta de ¿a dónde queremos ir todos? Insisto, no se trata de suplantar al conjunto por parte de una minoría ilustrada de vanguardia; se trata de decidir democráticamente entre todos y por consenso, sin poliarquías excluyentes, ¿a dónde queremos ir todos? O sea, qué programa de mínimos queremos desarrollar y que discurso corresponde a ese programa de mínimos. Cuando alcancemos esa meta con ese discurso apropiado a la misma será el momento de trazar nuevas metas, nuevos objetivos con nuevos discursos adecuados a esas nuevas metas. Pero ahora toca lo que toca. Establecer un programa de mínimos, con una estrategia, táctica y discurso adecuados al mismo.
Por tanto toca preguntarse: ¿Somos capaces de determinar un lugar común dónde ir? ¿Somos capaces de establecer un programa de mínimos, con una estrategia, táctica y discurso adecuados al mismo? ¿Somos capaces de dejar a un lado los maximalismos y particularismos de cada cual para superar los actuales modelos de relación buscando una nueva herramienta que sea capaz de representar a las mayorías sociales del siglo XXI?
Sin olvidar responder también a la pregunta reseñada en el primer tema: ¿A quién queremos representar, a nosotros mismos o a la mayoría social? ¿Autorepresentación o empoderamiento de la mayoría social?
Estas son pues las preguntas a las que debemos de responder, las preguntas que nos debemos de plantear, para iniciar un proceso de confluencia, de unidad que resulte exitoso.
Seguro que tras formular estas preguntas y responderlas llegamos a la misma conclusión a la que llegaron, en su caminar hacia el mandar obedeciendo, las Juntas de Buen Gobierno según los siete principios de los pueblos que son: 1) Servir y no servirse. 2) Representar y no suplantar. 3) Construir y no destruir. 4) Obedecer y no mandar. 5) Proponer y no imponer. 6) Convencer y no vencer. 7) Bajar y no subir.
"Del vanguardismo revolucionario al mandar obedeciendo; de la toma de poder de arriba, a la creación del poder de abajo; de la política profesional, a la política cotidiana; de los líderes a los pueblos; de la marginación de género a la participación directa de las mujeres; de la burla a lo otro a la celebración de la diferencia". (Entre luz y sombra, 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario