Víctor Manuel, el amigo del Soñador

Al final descubrimos dónde estuvo nuestro Soñador Soñado de Ensueño el viernes, estuvo de parranda con Víctor Manuel. Nuestro Soñador no dice nada, pero es seguro que Víctor Manuel es su amigo. Tampoco nos ha contado si estuvo con Fede, con nuestro Fede; con ese gran empresario placentino que va a ser quién nos traiga a nuestra ciudad a ese magnífico artista que es Víctor Manuel.

Tod@s nos interrogábamos en el blog de Feluky, en esa maravillosa sede virtual de nuestro círculo de estados de ánimo; tod@s nos preguntábamos dónde estaba nuestro poeta y cazador de letras Paco Martín. Como dice la canción: No estaba muerto, estaba de parranda. Se juntaron dos artistas de talla. Uno asturiano y otro extremeño. Un cantautor y un novelista. ¿Será Víctor Manuel quién ponga música y letra a la banda sonora de la novela de Paco Martín "El funeral del Silencio"? Víctor Manuel también es productor. ¿Producirá la película que tiene en mente nuestro Soñador? Sin duda sería éxito rotundo de taquilla.

Hay un párrafo de la columna de nuestro Soñador que quiero comentar. Más bien una frase y un párrafo. La frase es la siguiente: "Se habla mucho de lo que uno hace, y no de lo que otros no hacen. Tiene su lógica no puedes juzgar a la nada, aunque la nada siempre envidie sin decirlo a todo, o al menos a casi todo".

La nada envidia al todo. El todo quiere ser nada. Dionisos quiere ser Apolo y Apolo envidia ser Dionisos. Al Soñador le gustaría ser como Leoncia y Leoncia desearía ser el Soñador. Daimon lo daría todo por ser Dialéctico y Dialéctico aspira a ser como Daimon. Siempre solemos querer lo que no tenemos y aquello que tenemos dejamos de valorarlo. Esto es lo malo y lo bueno del ser humano. Esto es lo bueno y lo malo de nuestra condición humana. Si no fuéramos contradictorios estaríamos aún subidos en lo alto del árbol. Comimos del árbol del bien y del mal y ahora podemos disfrutar del ascensor.

El párrafo del Soñador al que me refiero es este: "Es obvio imposible acertar, imposible equivocarse las dos cosas siempre. Pero es inaudito llegar con facilidad a encadenar una retahíla de tonterías. El hombre está sobrado en muchas cosas, pero es carente en no menos de muchas cosas. Tiene el verbo de saber porque se equivoca, tener todos los datos, estudiarlos, y volver a hacer lo mismo. En el fondo es simpático desde el punto de vista de los dioses. Ellos se ríen, juegan poniéndole los destinos, les manda la inspiración de los chistes y le guiña la mirada con alguna sorpresa".

Si leemos entre líneas, si agrupamos de forma diferente las frases y las palabras, obtenemos una definición certera del perfil que se encuentra detrás de esa insólita campaña del ¡póntelo, pónselo en la punta del capuchón! Me refiero a esa campaña, que apesta a reacción, del lazo blanco. Esa campaña donde el lince euroasiático medieval se transforma en monja alférez con cilicio o mejor en Tomás de Torquemada, Primer Gran Inquisidor de España. Es curioso que ahora la jerarquía de la Iglesia Católica no quiera reconocer el derecho a decidir de las jóvenes de 16 años. Cuando en los tiempos de Torquemada cualquier persona sobre la edad de 12 años (para niñas) y 14 (para niños) era completamente responsable para la Inquisición. Qué contradicción.

Para que la Iglesia se aclare, les voy a hablar Carl Rogers. Ese gran autor que confiaba en las personas, pues entendía que "la persona encontrará en su organismo un medio confiable de llegar a la conducta más satisfactoria". Presten, señores de la Iglesia, atención pues:

Para la persona abierta a sus experiencias, cualquier estímulo, sea originado en el organismo o en el medio, será transmitido por el sistema nervioso sin sufrir distorsión alguna debida a los mecanismos de defensa. La persona abierta a sus experiencias se alimenta con todos los datos que le ofrecen sus sentidos, su memoria, sus aprendizajes previos, y su estado visceral interno.

La actitud defensiva surge como una protección del organismo frente a vivencias que el sujeto percibe o anticipa como incoherentes con la estructura de su sí mismo, incoherentes con su estructura de personalidad.

El organismo dará siempre la respuesta más adecuada posible a los datos disponibles, siempre y cuando no sufra distorsión debida a los mecanismos de defensa.

Los errores que cometemos provienen de la inclusión de material no existencial o de la ausencia de datos. Las conductas erróneas ocurren cuando introducimos los recuerdos y los aprendizajes previos como si fueran esta realidad que ahora vivimos y no simples recuerdos o aprendizajes.

A ponerse pues, señores de la Iglesia, las pilas. Cambien su estructura de personalidad estando abiertos a los datos disponibles y no atenacen sus conciencias con esos aprendizajes escolásticos y memorísticos a los que son tan dados; pues más que aclarar ofuscan cuando se anteponen a la vida misma.