La política no debería ser un reality show, la política y los políticos tampoco deberían asemejarse, en cuanto a comportamientos, a los que se muestran en esos tipos de programas, que se encuadran dentro de la categoría de telebasura, similares al "Aquí hay tomate".
Esto sería lo deseable, pero la evidencia no suele ser así. Mis hijas me preguntan que diferencia existe entre los programas de telebasura y un debate político, pues en estos últimos, más que buscar en común soluciones para resolver las inquietudes ciudadanas, se dedican a la crítica mordaz, a la descalificación hiriente, al improperio crispado y a la reprobación permanente.
La verdad es que sí, la verdad es que nuestros políticos, aunque nos pese y salvo honrosas excepciones, se parecen más a niños en patio de colegio que a conscientes representantes del bien general.
No obstante creo que esto tiende a cambiar, pues cada día somos más los ciudadanos que demandamos otra forma de hacer política menos teatrera y más efectiva.
Creo llegado el tiempo de poner punto final a las razones que estos ánimos exaltados soliviantan. Es hora ya de dejarse de tanta ideología, como dijo el sabio "el ser humano no tiene ideologías que realizar", y buscar la síntesis y el consenso; pues no podemos estar cada dos legislaturas (y esto ha ocurrido tanto gobernando unos como gobernando otros) volviendo a cambiar las leyes que otra opción política implantó cuando ocupaba el poder.
El referente es la Constitución que ha sido posible hacerla de todos porque se hizo entre todos. Cada opción política la tiñó de su color en función a su porcentaje de representación que el pueblo soberano le otorgó en ese momento histórico.
Ahora toca hacer lo mismo con cada Ley, con cada Decreto, con cada Reglamento que se elaboren; hay que consensuarlo, tiene que ser de todos y entre todos. Es más importante como hacemos las cosas que las cosas en sí que hacemos.
Los responsables institucionales, los grupos parlamentarios, los diputados tienen que empecinarse y practicar la metodología del acuerdo, del encuentro y del consenso; y en la capitalización política, tanto del rédito como déficit, de todos por todos si de verdad quieren ser útiles y servir a los ciudadanos.
Nuestros políticos han de transformarse en modelos sociales de comportamiento adecuado a los cuales, nuestros hijos, puedan tomar como referente de sus roles; dejando de ser así por tanto la profesión política sinónima del histrionismo.
Por Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)
Esto sería lo deseable, pero la evidencia no suele ser así. Mis hijas me preguntan que diferencia existe entre los programas de telebasura y un debate político, pues en estos últimos, más que buscar en común soluciones para resolver las inquietudes ciudadanas, se dedican a la crítica mordaz, a la descalificación hiriente, al improperio crispado y a la reprobación permanente.
La verdad es que sí, la verdad es que nuestros políticos, aunque nos pese y salvo honrosas excepciones, se parecen más a niños en patio de colegio que a conscientes representantes del bien general.
No obstante creo que esto tiende a cambiar, pues cada día somos más los ciudadanos que demandamos otra forma de hacer política menos teatrera y más efectiva.
Creo llegado el tiempo de poner punto final a las razones que estos ánimos exaltados soliviantan. Es hora ya de dejarse de tanta ideología, como dijo el sabio "el ser humano no tiene ideologías que realizar", y buscar la síntesis y el consenso; pues no podemos estar cada dos legislaturas (y esto ha ocurrido tanto gobernando unos como gobernando otros) volviendo a cambiar las leyes que otra opción política implantó cuando ocupaba el poder.
El referente es la Constitución que ha sido posible hacerla de todos porque se hizo entre todos. Cada opción política la tiñó de su color en función a su porcentaje de representación que el pueblo soberano le otorgó en ese momento histórico.
Ahora toca hacer lo mismo con cada Ley, con cada Decreto, con cada Reglamento que se elaboren; hay que consensuarlo, tiene que ser de todos y entre todos. Es más importante como hacemos las cosas que las cosas en sí que hacemos.
Los responsables institucionales, los grupos parlamentarios, los diputados tienen que empecinarse y practicar la metodología del acuerdo, del encuentro y del consenso; y en la capitalización política, tanto del rédito como déficit, de todos por todos si de verdad quieren ser útiles y servir a los ciudadanos.
Nuestros políticos han de transformarse en modelos sociales de comportamiento adecuado a los cuales, nuestros hijos, puedan tomar como referente de sus roles; dejando de ser así por tanto la profesión política sinónima del histrionismo.
Por Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)
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