Breve relato biográfico de Hermann von Helmholtz (1821-1894)
"La única manera de saber si nuestras ideas son o no verdaderas es conduciéndolas a una acción efectiva en el mundo real" Hermann von Helmholtz.
Helmholtz, probablemente el científico natural más grande del siglo XIX, fue el representante más coherente del naturalismo y el empirismo.
Durante gran parte de su carrera se dedicó a la fisiología. Destacable es su trabajo en este campo en relación con la medida de la velocidad del impulso nervioso. También realizó estudios sobre óptica y acústica fisiológicas que resultaron definitivos.
Pero Helmholtz, además de fisiólogo, fue un gran físico: formuló la ley de la conservación de la energía cuando sólo contaba 26 años de edad. Esta ley supuso un duro golpe, un golpe mortal para el dualismo interaccionista cartesiano, puesto que si la energía no se crea ni se destruye, no hay "fuerza espiritual" alguna que pueda afectar a la materia.
El enfoque de Helmholtz en el estudio de la mente era esencialmente idéntico al empirismo lockeano en el sentido de que las ideas se interpretaban como contenidos mentales.
Helmholtz defendía que lo único que conocemos con certeza son nuestras ideas o imágenes del mundo exterior obtenidas por experiencia. Añadía a su teoría un matiz pragmático reconociendo que no podemos saber si nuestras ideas son verdaderas o no, pero sostenía que eso no tenía importancia siempre y cuando estas ideas condujeran a una acción efectiva en el mundo real. La ciencia era un ejemplo de esta acción efectiva.
Helmholtz, aunque consideraba, como Kant, que la causalidad era un principio innato, adquirido a lo largo de la filogénesis, sostenía, al igual que los empiristas, que las demás categorías kantianas de conocimiento eran adquiridas ontogenéticamente.
De especial importancia fue la teoría de la inferencia inconsciente de Helmholtz. Si, por ejemplo, la percepción visual del espacio no es una intuición innata, tal como defendía Berkeley, entonces deberemos aprender a calcular la distancia que nos separa de los objetos a lo largo de nuestro desarrollo. Pero no somos conscientes de estar realizando tales cálculos. Helmholtz supuso que este tipo de cálculos o inferencias debían ser inconscientes y, lo que es más, debían aprenderse también de forma inconsciente, como ocurre con la adquisición del lenguaje.
Helmholtz mantenía que, al igual que las palabras, las ideas, incluidas las sensaciones, son contenidos mentales que representan la realidad; y que de la misma manera que los niños aprenden la lengua inconscientemente, sin darse cuanta conscientemente de estar sometidos a procesos de aprendizaje (estos procesos se suceden desde su nacimiento en el entorno familiar y en el de los juegos infantiles), así también aprenden espontánea e inconscientemente el significado de las ideas.
Tal y como podía esperarse de un físico y fisiólogo, Helmholtz fue un defensor a ultranza de las ciencias naturales. Alentó su auge en las universidades alemanas y se burló de los filósofos idealistas para quienes las ciencias naturales eran el trivial estudio de la realidad física, que carecía de importancia comparado con el espíritu subyacente a ella.
Las teorías e investigaciones de Helmholtz apoyaban el materialismo. Sus estudios fisiológicos de las sensaciones demostraban que la percepción dependía de la materia corporal. Su teoría de la conservación de la energía inspiró a algunos jóvenes fisiólogos a realizar "el solemne juramento de poner por obra esta verdad", como dejó escrito en una carta el amigo de Helmholtz Emil Du Bois-Reymond: "que ninguna fuerza que no sea físico-química actúa en el organismo". Esta actitud animó al joven Freud, discípulo de un discípulo de Helmholtz, a escribir su proyecto de psicología para neurólogos.
Pero Helmholtz era consciente de los peligros que entrañaba convertir el materialismo en una ideología cuando escribió en 1877, en Thought in Medicine (el pensamiento en medicina), lo siguiente: "Nuestra generación ha tenido que sufrir la tiranía de la metafísica espiritualista; la próxima generación tendrá que protegerse de la metafísica materialista". Y añadía: "Por favor, no olvidemos que el materialismo es una hipótesis... Si olvidamos esto, el materialismo se convierte en un dogma que obstaculiza el progreso de la ciencia y, como todos los dogmas, conduce a una violenta intolerancia".
Helmholtz no podía aceptar el espiritualismo ni el vitalismo, pero tampoco podía aceptar un materialismo metafísico, dogmático e instalado, como consecuencia de ello, en una violenta intolerancia.
"La única manera de saber si nuestras ideas son o no verdaderas es conduciéndolas a una acción efectiva en el mundo real" Hermann von Helmholtz.
Helmholtz, probablemente el científico natural más grande del siglo XIX, fue el representante más coherente del naturalismo y el empirismo.
Durante gran parte de su carrera se dedicó a la fisiología. Destacable es su trabajo en este campo en relación con la medida de la velocidad del impulso nervioso. También realizó estudios sobre óptica y acústica fisiológicas que resultaron definitivos.
Pero Helmholtz, además de fisiólogo, fue un gran físico: formuló la ley de la conservación de la energía cuando sólo contaba 26 años de edad. Esta ley supuso un duro golpe, un golpe mortal para el dualismo interaccionista cartesiano, puesto que si la energía no se crea ni se destruye, no hay "fuerza espiritual" alguna que pueda afectar a la materia.
El enfoque de Helmholtz en el estudio de la mente era esencialmente idéntico al empirismo lockeano en el sentido de que las ideas se interpretaban como contenidos mentales.
Helmholtz defendía que lo único que conocemos con certeza son nuestras ideas o imágenes del mundo exterior obtenidas por experiencia. Añadía a su teoría un matiz pragmático reconociendo que no podemos saber si nuestras ideas son verdaderas o no, pero sostenía que eso no tenía importancia siempre y cuando estas ideas condujeran a una acción efectiva en el mundo real. La ciencia era un ejemplo de esta acción efectiva.
Helmholtz, aunque consideraba, como Kant, que la causalidad era un principio innato, adquirido a lo largo de la filogénesis, sostenía, al igual que los empiristas, que las demás categorías kantianas de conocimiento eran adquiridas ontogenéticamente.
De especial importancia fue la teoría de la inferencia inconsciente de Helmholtz. Si, por ejemplo, la percepción visual del espacio no es una intuición innata, tal como defendía Berkeley, entonces deberemos aprender a calcular la distancia que nos separa de los objetos a lo largo de nuestro desarrollo. Pero no somos conscientes de estar realizando tales cálculos. Helmholtz supuso que este tipo de cálculos o inferencias debían ser inconscientes y, lo que es más, debían aprenderse también de forma inconsciente, como ocurre con la adquisición del lenguaje.
Helmholtz mantenía que, al igual que las palabras, las ideas, incluidas las sensaciones, son contenidos mentales que representan la realidad; y que de la misma manera que los niños aprenden la lengua inconscientemente, sin darse cuanta conscientemente de estar sometidos a procesos de aprendizaje (estos procesos se suceden desde su nacimiento en el entorno familiar y en el de los juegos infantiles), así también aprenden espontánea e inconscientemente el significado de las ideas.
Tal y como podía esperarse de un físico y fisiólogo, Helmholtz fue un defensor a ultranza de las ciencias naturales. Alentó su auge en las universidades alemanas y se burló de los filósofos idealistas para quienes las ciencias naturales eran el trivial estudio de la realidad física, que carecía de importancia comparado con el espíritu subyacente a ella.
Las teorías e investigaciones de Helmholtz apoyaban el materialismo. Sus estudios fisiológicos de las sensaciones demostraban que la percepción dependía de la materia corporal. Su teoría de la conservación de la energía inspiró a algunos jóvenes fisiólogos a realizar "el solemne juramento de poner por obra esta verdad", como dejó escrito en una carta el amigo de Helmholtz Emil Du Bois-Reymond: "que ninguna fuerza que no sea físico-química actúa en el organismo". Esta actitud animó al joven Freud, discípulo de un discípulo de Helmholtz, a escribir su proyecto de psicología para neurólogos.
Pero Helmholtz era consciente de los peligros que entrañaba convertir el materialismo en una ideología cuando escribió en 1877, en Thought in Medicine (el pensamiento en medicina), lo siguiente: "Nuestra generación ha tenido que sufrir la tiranía de la metafísica espiritualista; la próxima generación tendrá que protegerse de la metafísica materialista". Y añadía: "Por favor, no olvidemos que el materialismo es una hipótesis... Si olvidamos esto, el materialismo se convierte en un dogma que obstaculiza el progreso de la ciencia y, como todos los dogmas, conduce a una violenta intolerancia".
Helmholtz no podía aceptar el espiritualismo ni el vitalismo, pero tampoco podía aceptar un materialismo metafísico, dogmático e instalado, como consecuencia de ello, en una violenta intolerancia.