lunes, 4 de abril de 2016

El poder de la imaginación

Algunos atletas y músicos ensayan mentalmente sus actuaciones antes de ejecutarlas. Una costumbre de la que pueden obtener importantes beneficios, porque imaginar una acción y ponerla en  práctica no son cosas tan distintas como parecen. Los escánares cerebrales muestran que en ambos casos se activan las mismas regiones cerebrales. Y lo que es más sorprendente: imaginar que estamos moviendo los músculos sirve para fortalecerlos, como se demostró en un curioso experimento con dos grupos de voluntarios. La psicoterapia también se beneficia del poder de la imaginación.

Imaginar que estamos moviendo los músculos sirve para fortalecerlos, como se demostró en un curioso experimento con dos grupos de voluntarios. Los primeros ejercitaban un músculo del dedo durante quince minutos cada día mediante flexiones. El otro grupo sólo imaginaba hacer las mismas contracciones. Al final del estudio quienes se habían entrenado físicamente aumentaron su fuerza muscular en un 30 por ciento. Pero en los que sólo lo imaginaron, el incremento de fuerza llegó al 22 por ciento. La clave del sorprendente aumento de fuerza obtenido sin llegar a «mover un dedo» estaba en las neuronas cerebrales encargadas de programar los movimientos, como explica Norman Doidge, psiquiatra e investigador, en su libro «El cerebro se cambia a sí mismo».

Y es que durante las flexiones imaginarias las neuronas que realizan conjuntamente las secuencias de instrucciones necesarias para esos movimientos se activan y se fortalecen, permitiendo a los músculos contraerse después con más fuerza. En realidad, lo que ocurre es que ayudan a trazar caminos en el cerebro que facilitan después la ejecución.

La destreza del pianista

El neurocientífico español Álvaro Pascual-Leone (Valencia, 1961) logró demostrarlo en su laboratorio de la Universidad de Harvard, basándose en una idea que ya adelantó el Nobel español Santiago Ramón y Cajal. Cajal sostenía la importancia de la práctica mental para mejorar la capacidad motora. Creía que si un pianista se ejercitaba con la imaginación, sus movimientos serían después más ágiles. Para demostrar esta idea del intuitivo Cajal, Pascual-Leone enseñó a dos grupos de personas que nunca habían estudiado piano qué dedos debían mover para interpretar una secuencia de notas, al tiempo que las escuchaban.

Uno de los grupos practicó sobre el teclado. El otro sólo en imaginación. Después de cinco días de entrenamiento, todos los participantes habían aprendido a tocar la melodía y mostraban los mismos cambios cerebrales. El grupo que había practicado sobre el teclado mostró una ventaja inicial. Pero después de dos horas de práctica real del grupo de entrenamiento en imaginación, la ventaja despareció.

Una forma elegante de demostrar, que como sostenía Ramón y Cajal, la práctica mental es una manera efectiva de prepararse para aprender una destreza manual  y, en general motora, con un mínimo de práctica física.

Psicoterapia

También la psicoterapia se ha servido del poder de la imaginación para tratar problemas de estrés, ansiedad o fobia social, porque al imaginar una situación temida se generan también las mismas emociones. En 1958 el psiquiatra Joseph Wolpe ideó una técnica denominada desensibilización sistemática para contrarrestar el miedo patológico, o fobia, que producen algunas situaciones. El objetivo era eliminar las respuestas de ansiedad, imaginando las situaciones temidas mientras la persona se encuentra en un estado emocional incompatible con la ansiedad, como la relajación. La idea es que dos emociones contrapuestas no pueden presentarse al mismo tiempo, lo que técnicamente se denomina inhibición recíproca.

Las imágenes emotivas es una variante de esta técnica, creada por Lazarus y Abramovitz en 1962, para combatir las fobias más comunes en los niños, como el miedo a la oscuridad, la fobia escolar o el miedo pruebas médicas. Consiste en provocar en los pequeños diversas emociones incompatibles con la reacción de temor. Se aprovecha la gran predisposición de los niños para imaginar historias con sus personajes favoritos y se les anima a imaginarlas. Cuando se han suscitado emociones positivas, el terapeuta introduce en la narración la situación que provoca temor o ansiedad. Si el niño se muestra entonces nervioso se vuelve a la narración inicial que provoca sensaciones agradables. La idea es que las emociones positivas inhiben la ansiedad que provocan los estímulos temidos.

¿Imaginarlo es casi como hacerlo?

Se lo hemos preguntado a Pascual-Leone. “Bueno, imaginarlo induce cambios cerebrales que en algunos aspectos son idénticos a los que se producen al hacerlo físicamente. Pero no en todos. Cuando haces algo físicamente, recibes el feedback de lo que has hecho, y eso también cambia tu cerebro. En el caso de la gimnasia física induces dos cambios: uno relacionado con el plan y el cambio que se induce en el cerebro al observar las consecuencias de los actos. Lo que parece bastante claro desde el punto de vista del beneficio del ejercicio mental es que si se induces los cambios cerebrales para planear mejor la acción entonces eso te da una ventaja a la hora de sacar el beneficio a la práctica física”.

Ahora la neurociencia está en disposición de explicar por qué la técnica de visualización que utilizan los deportistas se tan eficaz. “Como los cambios son tan rápidos, en cuestión de minutos y segundos facilitan las conexiones existentes, y puedes hacer la visualización justo antes de ejecutar la tarea y eso es útil. Ahora bien, lo que sabemos es que es distinto visualizar en el sentido de verte hacer la tarea como si tú fueras una cámara o visualizar intentando evocar las sensaciones que tendrías si lo hicieras. El ejercicio mental que consiste en verse con el ojo de la mente activa circuitos cerebrales distintos de los que se activan cuando uno mentalmente ejecuta la acción“, aclara Pascual-Leone.

Sin dormirse en los laureles

Pero no hay que dormirse en los laureles. Lo que se aprende deprisa no se graba de forma permanente en el cerebro. La fábula de la liebre y la tortuga es muy ilustrativa al respecto. Contaba Esopo que una tortuga, ante las burlas de una liebre, la retó a una carrera. Llegado el día, emprendieron la marcha al mismo tiempo. La tortuga en ningún momento dejó de caminar y a su paso lento y constante avanzaba tranquila hacia la meta. En cambio, la liebre, que a ratos se echaba a descansar en el camino, se quedó dormida. Cuando despertó, aunque se movió lo más veloz que pudo, vio como la tortuga había llegado tranquilamente a la meta y obtenía la victoria.

Algo parecido les ocurre a las personas que memorizan con facilidad frente a las que emplean más tiempo en aprender las cosas. Las primeras, «personas liebre», tienden a olvidar enseguida lo que han aprendido, porque en el cerebro se forman conexiones neuronales débiles, que se deshacen con facilidad.

Y es que sólo la práctica constante transforma el aprendizaje en algo sólido en el cerebro. Ésta última es la estrategia empleada por las «personas tortuga», aunque a veces tengan la sensación de que no están haciendo progresos. Sin embargo, para mantener una destreza de forma permanente, hace falta trabajar despacio y con continuidad, que es la mejor forma de favorecer la formación de nuevas conexiones en el cerebro.

Como en el caso de la liebre y la tortuga, el resultado sólo se ve al final. Y se refleja en el cerebro. Tras unos meses de práctica continuada se producen cambios duraderos que son observables por técnicas de neuroimagen. Algo que no ocurre cuando se memoriza deprisa.

Con mucho tacto

Pascual Leone demostró la eficacia de la práctica continuada con un experimento muy ingenioso. De hecho, fue el primero en confirmar que cuando adquirimos una nueva destreza, se producen cambios en el cerebro. Y para eso utilizó una técnica llamada Estimulación Magnética Transcraneal (EMT), que consiste en someter el cerebro a una corriente magnética indolora que se convierte en eléctrica y estimula las neuronas para producir movimientos en diferentes partes del cuerpo.

Con esta técnica Pascual-Leone hizo un mapa de la corteza motora de personas ciegas que estaban aprendiendo a leer en Braille, pasando su dedo índice por una página punteada en relieve que representa las distintas letras. Dedicaban a esta tarea 3 horas diarias. Se les sometía una RMT para “cartografiar su cerebro” los viernes, después de una semana de trabajo, y los lunes, antes de volver a la tarea.

Los cambios observados en el cerebro de los aprendices los viernes eran muy llamativos, con una expansión muy rápida de la zona correspondiente al dedo índice en la corteza motora. Pero los lunes, después de dos días de descanso, esos cambios habían desaparecido. Durante seis meses, los “mapas” de los viernes continuaron creciendo y volviendo a su tamaño original cada lunes. Algo parecido a la famosa tela de Penélope que tejía cada día y destejía cada noche.

Pero al cabo de seis meses, esta pauta empezó a cambiar. Los mapas realizados los viernes ya no eran tan extensos como al principio, pero mantenían parte del territorio adquirido, que podía verse los lunes. Además el tamaño guardaba una buena relación con la destreza en la lectura “digital”. A los 10 meses, los nuevos lectores en braille se tomaron un descanso de dos meses. Y a la vuelta, curiosamente sus mapas de lectura en la corteza motora se mantenían intactos. La adquisición de esta nueva destreza se había consolidado y dejado una huella duradera en el cerebro.

Plasticidad

La explicación nos la ofrece de nuevo Pascual-Leone, el autor el experimento: “El proceso de cambio plástico, como hemos demostrado, tiene distintas fases. Una primera en la que se producen cambios en la eficacia de las conexiones ya existentes en el cerebro. La conexión funcional entre áreas cerebrales se modifica sin establecer conexiones nuevas, sino que las existentes se usan de forma más eficaz o distinta. Pero en un segundo paso, si uno persiste en el empeño, se establecen conexiones nuevas”.

Traducido también al ejemplo del entrenamiento en imaginación significa que “si uno piensa en un ejercicio con los cinco dedos de una mano como si tocara el piano, la representación en el cerebro de la mano cambia de forma prácticamente inmediata, porque las conexiones ya existen, y por eso los cambios son tan rápidos”.

Hasta aquí las buenas noticias. Pero, no hay nada perfecto, y por eso: “Si se deja de hacer el ejercicio, desaparecen los cambios hechos con la misma rapidez que aparecieron. Pero si uno sigue entrenando, los cambios en el cerebro se hacen permanentes, porque se establecen conexiones nuevas que hace que el cerebro de un pianista sea realmente distinto al de una persona que no sabe tocar el piano. La diferencia se debe no sólo al hecho de que use las conexiones de forma distinta sino también a que su cerebro ha establecido conexiones nuevas”.

La intuición de Cajal

Como explica Pascual-Leone, lo que ahora sabemos, “Cajal ya lo intuía y suponía que las capacidades de la gente entrenada, que tiene habilidades que el resto no tenemos, hace necesario hipotetizar en un primer paso la utilización de forma más eficaz de las conexiones cerebrales que ya existen, y, en un segundo paso, el establecimiento de conexiones nuevas entre las células cerebrales. Y él predecía que esos cambios en el cerebro tendrían lugar tanto por gimnasia física como por gimnasia mental”.

Cajal pasó los últimos años de su vida buscando, sin éxito, una prueba de la plasticidad neuronal que intuía. En 1894 había propuesto que «el órgano del pensamiento es, dentro de ciertos límites, maleable y susceptible de ser perfeccionado mediante ejercicios mentales convenientemente dirigidos».

Fuente:
El poder de la imaginación. Publicado por P. Quijada

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