miércoles, 2 de julio de 2008

Mejora de la eficacia parlamentaria y de gobierno

Muchas veces me pregunto si no se podría desarrollar una labor parlamentaria y de gobierno mejor de la que se acomete en la actualidad. En la mayoría de las ocasiones que asistimos a algún debate parlamentario da la impresión, así se evidencia en realidad, que se enfrentan dos sensibilidades o tres unas contra las otras. El grupo parlamentario de sustenta el gobierno hace frente junto a él y, el de la oposición, más que aportar soluciones que resuelvan los problemas, carga contra el gobierno con ánimo de dañar, de lastimar lo máximo posible.

El ciudadano de a pie siente, la mayor parte de las veces, que sus intereses son ignorados en beneficio de los réditos políticos de cada grupo parlamentario que parecen transformarse, así, en fines en sí mismos.

Algo podría hacerse para mejorar esta situación. Lo primero poner los intereses de los ciudadanos por encima de las urgencias de los grupos parlamentarios. Estos últimos, los grupos parlamentarios, han de transformarse en instrumentos al servicio de los ciudadanos, así como pensar en cómo hacer esta función con las mayores garantías y dándole argumentos, requerimientos, razones o coartadas al gobierno para hacer más operativa la labor de la administración.

Para ello nada mejor que saber entender la crítica como un estímulo a la acción del gobierno. Hay que criticar al gobierno, es lógico y este lo necesita en su función de hacer cada día más operativa, como digo, a la administración; pero hay que saber criticar al gobierno -incluso hay que espolearlo desde el grupo parlamentario que lo sustenta-, no se trata de ir a degüello, sino de localizar ámbitos en los que se pueda mejorar los servicios al ciudadano y lanzar propuestas para hacerlo demandando acuerdos conjuntos para consumarlos.

Estos acuerdos deben de ser temporalizados y evaluables de una forma periódica y, si no dan satisfacción a lo pretendido, cambiarlos por otros; incluso evaluar severamente a aquellos que desde dentro de la administración son los encargados de llevarlos a efecto. A lo mejor el elemento que falla se encuentra en este ámbito, en el ámbito de la ejecución práctica de los acuerdos. Insisto y reitero antes de terminar en que no confundamos a la administración con el gobierno, pues son dos entes completamente diferentes y con funciones muy distintas. Así como tampoco gobierno con grupos parlamentarios que también son entes desemejantes y dispares.

Por Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)

3 comentarios:

  1. 1. Algo podría hacerse para mejorar esta situación. Lo primero poner los intereses de los ciudadanos por encima de las urgencias de los grupos parlamentarios. Estos últimos, los grupos parlamentarios, han de transformarse en instrumentos al servicio de los ciudadanos,...

    2. Para ello nada mejor que saber entender la crítica como un estímulo a la acción del gobierno, [...], pero hay que saber criticar al gobierno -incluso hay que espolearlo desde el grupo parlamentario que lo sustenta-, no se trata de ir a degüello, sino de localizar ámbitos en los que se pueda mejorar los servicios al ciudadano y lanzar propuestas para hacerlo demandando acuerdos conjuntos para consumarlos.

    Javier, evidentemente estoy de acuerdo con el primer punto, quien no. Pero el segundo punto de tu artículo, y que señalo, denuncia una concepción erronea de lo que es la política.

    La política en sentido amplio es poder. No hay ninguna actividad colectiva o social (Enseñanza, Iglesias, Universidades,...) en la que no esté presente la intriga del poder, la ambición de poder o el afán de dominio, el poder es una pasión sustancial en las sociedades.

    La política como actividad, en sentido amplio, tiene una motivación pasional (lo cual no quiere decir que tenga un sentido peyorativo) y nunca tendrá una motivación racional, es imposible en esencia. La Política, como ciencia, es la ciencia del poder, del régimen de poder.

    Quizás haya interpretado mal tus palabras, pero me transmiten una concepción ''buenista'' de la política, y esta concepción es erronea y peligrosa en política.

    Es un fin imposible, además de ingenuo y peligroso, pedir a los partidos que tengan un comportamiento racional en el ejercicio del poder hasta el punto de llegar a acuerdos y consensos. Si exigimos esto a los partidos, como ciudadanos nos estaremos engañando y poniendo al servicio de la clase política.

    Debemos entender la política como un control de las pasiones de poder (que son legítimas, pero que la experiencia indica que son antagónicas), debemos exigir la garantía de la libertad del ciudadano frente al ejercicio del poder por parte de los partidos.

    No es tan importante que los partidos se entiendan o se dejen de entender, como que su poder esté controlado: ¿financiación estatal de partidos y sindicatos?, ¿listas cerradas y bloqueadas?, ¿elección partidista del judicial?, ...

    Si no se controla el poder que ejercen los partidos, está demostrado sociológicamente que se constituye una clase política, una oligoarquía, que acaba estrechando lazos, acaba entendiéndose y llegando a acuerdos, no precisamente para gobernar o legislar en benficio de los ciudadanos, sino en beneficio propio para perpetuarse en el poder.

    Saludos.

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  2. Estoy de acuerdo por lo general con lo que dice el artículo principal y el comentario anterior y no creo que sea incompatible lo que dice el comentarista Anónimo con lo afirma Javier Caso Iglesias de la necesidad de llegar a acuerdos entre partidos. En Alemania hay acuerdo de gobierno entre socialdemócratas y democratacristianos y eso está ayudando a la gobernabilidad y gestión de la crisis en ese país.

    Eso no quiere decir que haya que renunciar a la labor de oposición y que no sea necesario controlar por parte de la ciudadanía la labor de todos los partidos. Todo me parece compatible según las circunstancias y la crítica al poder nunca ha de faltar.

    Pero una oposición tan alocada como la que hizo el PP en la pasada legislatura, haciendo de correa de transmisión de ciertos poderes fácticos y económicos y mostrando agresivamente su rostro más reaccionario, solo sirvió para que el gobierno estuviera tranquilo sabiendo que así tenía garantizado el ganar las elecciones generales y el apoyo de los demás grupos parlamentarios.

    Una oposición inteligente que conjugue propuestas viables y actitud de consenso en materias en que se requiera según las circunstancias del momento con oposición firme a aquello en lo que considere que debe de atacar es una posible alternativa de gobierno y, por tanto, un control eficaz al estado y siempre pondrá más nervioso a dicho gobierno, ya que así sí podrá quitarle el poder. Y saldríamos ganando todos de una oposición así, empezando por la propia oposición.

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  3. Gracias Anónimo y gracias Alfombril por vuestros comentarios.

    Anónimo, entiendo que mantienes una concepción bastante nietzscheana del poder, subrayas del mismo su irracionalidad. Mi opción se mueve en el sentido de darle racionalidad y funcionalidad práctica a la política, ponerla al servicio del ciudadano, quitarle por tanto pasionalidad y bajos instintos. Concuerdo contigo en la función de la ciudadanía, pero la entiendo semejante a la que han de llevar a cabo los propios partidos políticos. Mira como está IU por no controlar su irracionalidad, sin embargo el PP ha hecho bien los deberes en su congreso de Valencia, ya no se encuentra aislado en el parlamento y cuenta con una mayor aceptación popular; incluso el pulsómetro de la Ser da una ventaja de 11 puntos en la actualidad al PP sobre el PSOE.

    Alfombril, tu análisis es certero; la política como ideología ya no nos vale y de eso se han dado cuenta los partidos políticos, siempre que la ciudadanía se ha dejado arrastrar por las ideologías políticas, sean del signo que sean, la humanidad ha salido mal parada. Ahora es el tiempo de la ciudadanía, de hacer semejar lo más posible los partidos políticos a la ciudadanía, a los fines y deseos prácticos que anhelan los ciudadanos.

    Recibid un cordial saludo de vuestro amigo Javier Caso Iglesias.

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