Decía ayer Elsemanaldigital.com que sería muy coherente que Alfonso Guerra rompiese este mismo martes la disciplina de partido y no apoyase la elección de José Bono, ya que así dejaría constancia de cuál es su verdadera opinión sobre el manchego de cuerpo serrano y verbo jacarandoso.En el día de hoy constata que, en la votación secreta para la elección de José Bono como presidente del Congreso, hubo quien aprovechó ese anonimato que le brindaba el hemiciclo para cobrarse cuentas pendientes.
La sorpresa llegó en el recuento de la primera votación: Bono obtuvo 168 apoyos, hubo 28 papeletas en blanco y dos nulas. Algo no cuadraba. El PSOE tiene 169, uno más de los votos que consiguió. Además se da la circunstancia de que tanto los dos diputados de Coalición Canaria como Gaspar Llamazares afirmaron haber votado a Bono, con lo que debería sumado 172, cuatro más.
A la segunda...
¿Traición o despiste de varios parlamentarios? Podría haberse tratado de lo segundo, de no ser porque en la segunda votación la historia se repitió: a Bono en esta ocasión no le faltaron cuatro, pero sí dos apoyos de entre sus compañeros socialistas.
Así que a partir de entonces empezaron las cábalas en una y otra bancada del hemiciclo para tratar de averiguar quienes habían sido los traidores. Algo imposible de demostrar, habida cuenta que la votación era secreta. Aun así circularon varios nombres de presuntos. En las filas del PSOE, los más señalados eran un diputado andaluz y los socialistas catalanes en general, por sus diferencias con Bono.
Bono sabía que los nacionalistas se lo iban a poner difícil, pero lo que seguramente no imaginaba era que varios de sus propios compañeros le iban a negar el voto.
Las apariencias engañan amigo Javier. Ante el blindaje que tiene el sufragio nadie puede afirmar quien vota a quien. Yo me inclino más porque incluso ha tenido más castigos que se han compensado con otros votos de otras formaciones.
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