martes, 6 de mayo de 2008

Semejanzas entre Don Quijote y Sancho, entre Dios y el Ser Humano

Dice mi apreciado y estimado amigo Tintín que Paco Martín y yo mismo somos algo parecido al incomparable e inigualable dúo compuesto por Stan Laurel & Oliver Hardy. A lo cual añade que perdemos el tiempo, pues nunca llegaremos a su nivel, lo máximo a Andrés Pajares y Fernando Esteso.

En cierto sentido todo el mundo tiene algo de Stan Laurel o de Oliver Hardy, e incluso de Andrés Pajares o de Fernando Esteso. No somos más que el juego de dados de nuestros genes que ruedan sobre el tapete de la vida, del entorno que nos toca vivir.

Decía Einstein que Dios no juega a los dados, la verdad es que el ser humano intenta hacer lo mismo cada vez que puede; aunque más bien habría que decir que tanto Dios como el Ser Humano -tanto monta, monta tanto- lo que hace/hacemos es cargarlos, cargar los dados. La Ley de Estabilidad de las Frecuencias es la prueba más evidente, palpable y categórica de ello. La ciencia, la filosofía, la literatura y en especial la poesía es de esto de lo que realmente tratan.

Demostrada pues la semejanza entre Don Quijote y Sancho, entre Dios y el Ser Humano, entre el Ser en Sí y el Para Sí, entre los Genes y el Entorno; y visto ese deseo del Entorno por aprehenderse en Genes, ese deseo del Ser Para Sí de optar por transformarse en Ser en Sí, ese deseo del Ser Humano por endiosarse, ese deseo del sanchopancismo por quijotizarse, no queda otra que reconocer lo dicho al principio, que todo el mundo, incluso tu amigo Tintín, tiene algo de personaje, tiene algo de Stan Laurel o de Oliver Hardy, tiene algo de Andrés Pajares o de Fernando Esteso.

Por Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres)

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