jueves, 7 de diciembre de 2006

La filosofía aristotélica como guía para la vida y estímulo para la acción.

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Vivimos tiempos difíciles en los que las personas se encuentran, como nos dice Hilario Camacho en su canción: ofuscados, confundidos, despistados, deprimidos.

Vivimos tiempos en los que orientarse no es fácil a pesar de estar inmersos en una sociedad que se autotitula de la información.

El que nos ha tocado vivir es un tiempo de conflictos, de guerra entre civilizaciones, de precariedades, de pobreza callejera, de fracaso escolar, de violencia de género, de gamberrismo pandillero, de especulación y enriquecimiento rápido para los pocos y de miserias y estrecheces para los muchos; tiempo de ruidos, contaminación y degradación ambiental; tiempo de contratos basura, accidentes laborales, salarios escasos, precios altos e hipotecas imposibles. En definitiva nuestro tiempo.

En un tiempo como este se hace necesario recurrir a la gran olvidada, a aquella de la que no nos acordamos, como ocurre con Santa Bárbara, hasta que truena. Me estoy refiriendo a la filosofía. Y para ello, para entenderla, para comprender a esta ciencia de las ciencias nada mejor que recurrir a Aristóteles, llamado, por la profundidad de sus conocimientos y por haber sido referencia obligada de tantos, el príncipe de los filósofos.

Además es Aristóteles uno de los filósofos que más énfasis puso en descubrir las leyes inherentes que guían nuestro desarrollo, nuestra tendencia al crecimiento, nuestro pasar de ser lo que somos a lo que debemos ser. Nadie como Aristóteles analizó con tanta profundidad el cambio, las dificultades con que se encuentra todo cambio para hacerse posible (de ahí viene su noción de voluntad como garantizadora y aceleradora del cambio), así como su convencimiento de que toda situación irracional, la actual es una evidencia de ello, termina, como consecuencia de la tendencia innata que rige a todo ser organizado, transformándose en racional; dejando, en definitiva, de ser lo que es para llegar a ser lo que debe ser.

Sin más preámbulos que el relativo al deseo de que el pensamiento de Aristóteles os sirva de guía orientadora en la vida y estímulo para la acción, paso a exponeros brevemente su pensamiento:

Aristóteles, el estagirita

Nace en Estagira (Macedonia) en el 384 a. C. Pronto celebraremos el 2.400 aniversario de su nacimiento. Darwin llegó a afirmar que los héroes intelectuales de su época "eran simples colegiales al lado del viejo Aristóteles".

Filosofía.- Su filosofía se presenta como solución a la antítesis Parménides-Heráclito y como superación del dualismo de Platón.
Para Aristóteles la filosofía es la Ciencia General previa a todas, pues sus principios guían a todas las demás ciencias.
La sustancia es la noción central de la filosofía de Aristóteles.
La sustancia para Aristóteles es Hylemórfica (compuesta de materia y forma). Sustancia es el individuo, el sujeto o el ser particular.
Materia y forma (potencia y acto) son para Aristóteles términos inherentes. No se da el uno sin el otro.
El Universal Verdadero, tan buscado por Sócrates y Platón, es para Aristóteles la sustancia y existe inmanente a ella no trascendente a la misma.

Física.- El cambio, el devenir, es para Aristóteles inherente a la sustancia. Es evidente para Aristóteles la tendencia al desarrollo de la sustancia.
El principio del cambio es la dialéctica de los contrarios: forma y privación.
Los principios del cambio se producen sobre algo, este es el sujeto del devenir. El sujeto del devenir es un no-ser que todavía no es, pues del ser no puede venir el ser, pues entonces no hay un llegar a ser, pues ya es; ni puede venir del no-ser, pues del no-ser no puede obtenerse nada.
El no-ser es el ser en potencia, el devenir es el paso dialéctico de la potencia al acto, de la privación a la forma.
Para Aristóteles el conocimiento científico es el conocimiento de las causas y para conocer las causas hay que referirse a los seres en su aspecto dinámico. Hay cuatro causas posibles de los seres: material, formal, eficiente y final.
Las causas material y formal hacen posible el cambio (causas intrínsecas).
Las causas eficiente y final procuran el cambio (causas extrínsecas).
La causa agente (eficiente) emprende el proceso con vistas a la consecución del fin. El fin no es otra cosa que la actualización efectiva de la forma.
Aristóteles otorga una importancia fundamental a la causa final, tanto que afirma que la naturaleza se comporta teleológicamente, tiende a un fin: el desarrollo inherente de todas sus potencialidades.
Aristóteles define claramente la finalidad inmanente, esto es, en la naturaleza todos los seres tienden a cumplir su fin que es la realización, lo más perfecta posible, de la forma que les es propia; ejemplo de esta evidencia en los seres orgánicos: la semilla tiende a ser planta, el embrión tiende a ser organismo.

Ética.- Para Aristóteles el Sumo Bien es el fin hacia lo que tiende el hombre, esto es, hacia la actualización o realización plena de todas sus potencialidades. La virtud es la felicidad, el Sumo Bien, que se alcanzará mediante el hábito (voluntad), a través de la enseñanza y del aprendizaje (virtudes intelectivas) o mediante el ejercicio y la repetición (virtudes morales).
Según el estagirita, lo virtuoso es el medio entre dos extremos viciosos, uno por defecto y otro por exceso: la valentía es el medio entre la temeridad y la cobardía; la modestia es le medio entre la timidez y el descaro.
Define Aristóteles la felicidad como la realización plena, activa y comprometida, por parte del hombre, de todas sus capacidades innatas.
Irracional es, por tanto, un no-ser que todavía no es. La racionalidad es la actualización efectiva de la forma que al ser humano le es propia: la autorrealización (realización plena de todas sus potencialidades y capacidades innatas).
La noción de voluntad es determinante en Aristóteles, la voluntad es necesaria para el paso de lo irracional a lo racional. Aristóteles es muy consciente de la lucha entre lo racional y lo irracional en el ser humano.

Política.-
A) Organización de la sociedad: Para Aristóteles toda comunidad tiende a un fin. El fin del estado es el bien del ser humano.
Las diferentes formas de asociación del individuo surgen por necesidad de alcanzar un fin que no es otro que el desarrollo pleno de sus potencialidades innatas.
El individuo se organiza: 1) familia, 2) aldea, 3) estado.
1) La familia garantiza la continuidad de la especie.
2) La aldea satisface las necesidades fisiológicas.
3) El estado satisface necesidades morales e intelectivas. El estado representa la culminación del hombre como animal político que necesita organizarse para alcanzar fines cada día superiores que de forma individual le es imposible lograr. El Sumo Bien es, por tanto, la autorrealización, el pleno desarrollo de las potencialidades que le son propias; y teniendo en cuenta que el ser humano es un ser racional, sus máximas potencialidades se encuentran en el ámbito de lo intelectivo.
B) Formas de gobierno: Aristóteles distingue dos formas de gobierno posibles, esto es, las justas que procuran el bien común y las desviadas que sólo procuran el interés particular de los que gobiernan. La forma más adecuada de gobierno es la Politeia o gobierno constitucional. Sus desviaciones son la tiranía, la oligarquía y la demagogia (democracia gestionada por demagogos en provecho propio, falseada y apartada del bien común).

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