Para Jean Baudrillard el origen de las cosas no es un objeto ni un ser original, sino fórmulas, señales codificadas y números. El significado de "código" es muy directo: es el código binario de los ordenadores, el código del ADN en biología, o el código digital en televisión y grabación de sonido, así como en la tecnología de la información. La era del código está por encima de la era del signo.
Dado que el origen en la reproducción es el principio de generación, y no el objeto generado, es posible la reversibilidad completa: el último "original" producido puede reproducirse perfectamente. Desaparece la diferencia entre lo real y su representación y aparece la era de los simulacros. En su forma más extrema, por tanto, incluso la muerte puede integrarse en el sistema: mejor dicho, el principio de reversibilidad implica que la muerte no se produce en realidad.
Si, como intentaba explicar la obra de Foucault, el poder ya no tiene un contenido sustancial -ya no es algo poseído y centralizado-, el funcionamiento continuado de las instituciones de poder centralizado se convertirán en una simulación de cierta forma de relaciones de poder. En pocas palabras, la afirmación de que el poder tiene contenido pasaría a ser una pretensión. La simulación generalizada acompaña, pues, a la muerte de todos los esencialismos.
Desde el punto de vista social, Baudrillard advierte que la era del código empieza a penetrar en todo el tejido social. Uno de los síntomas es que los opuestos empiezan a desaparecer y "todo se hace imposible de decidir": lo bello y lo feo en la moda, la izquierda y la derecha en política, lo verdadero y lo falso en los medios de comunicación, lo útil y lo inútil entre los objetos, la naturaleza y la cultura; todo se vuelve intercambiable en la era de la reproducción y la simulación.
Paráfrasis del pensamiento de Jean Baudrillard
Dado que el origen en la reproducción es el principio de generación, y no el objeto generado, es posible la reversibilidad completa: el último "original" producido puede reproducirse perfectamente. Desaparece la diferencia entre lo real y su representación y aparece la era de los simulacros. En su forma más extrema, por tanto, incluso la muerte puede integrarse en el sistema: mejor dicho, el principio de reversibilidad implica que la muerte no se produce en realidad.
Si, como intentaba explicar la obra de Foucault, el poder ya no tiene un contenido sustancial -ya no es algo poseído y centralizado-, el funcionamiento continuado de las instituciones de poder centralizado se convertirán en una simulación de cierta forma de relaciones de poder. En pocas palabras, la afirmación de que el poder tiene contenido pasaría a ser una pretensión. La simulación generalizada acompaña, pues, a la muerte de todos los esencialismos.
Desde el punto de vista social, Baudrillard advierte que la era del código empieza a penetrar en todo el tejido social. Uno de los síntomas es que los opuestos empiezan a desaparecer y "todo se hace imposible de decidir": lo bello y lo feo en la moda, la izquierda y la derecha en política, lo verdadero y lo falso en los medios de comunicación, lo útil y lo inútil entre los objetos, la naturaleza y la cultura; todo se vuelve intercambiable en la era de la reproducción y la simulación.
Paráfrasis del pensamiento de Jean Baudrillard
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