Por qué un programa, como el de Segolene Royal, de conservación del sólido y consolidado estado del bienestar francés ha sido rechazado en las urnas en nuestro país vecino, por una alternativa, como la representada por Nicolás Sarckozy, que propugna el desmantelamiento del mismo.
Visto desde esta perspectiva, el resultado resulta a todas luces irracional e ilógico. Sin embargo si el análisis de las elecciones a la presidencia de Francia se lleva a cabo desde una óptica dialéctica y objetiva las cosas pueden interpretarse de manera diferente.
¿Qué han visto una buena parte de los franceses en Nicolás Sarckozy? ¿Qué suelen ver los ciudadanos, los electores, en aquellos candidatos que terminan ganando los procesos electorales? En otras ocasiones ya he reflexionado sobre ello, utilizando para encauzar esa reflexión la pregunta ¿Por qué ha ganado hasta ahora Ibarra en Extremadura, o Gallardón en Madrid? ¿Qué representan?
La respuesta es sencilla, representan no solo conservación de lo existente, sino ansias por modificar el presente y abordar el futuro. Incluso aunque para ello tengan que demoler parte de ese estado del bienestar tan costosamente alcanzado durante décadas.
Representan también, sus propuestas, la naturaleza dialéctica que como seres sociales, como seres humanos, nos conforma; la cual también suele rechazar, aunque sea a la larga, todo aquello que tiende a narcotizar nuestra conciencia, llámese ello estado del bienestar o derechos opiáceos. Recordemos que ya Engels denunciaba a la burguesía del país cuyo capitalismo se encontraba más desarrollado en su tiempo, esto es Inglaterra, por pretender contar en el país también con una clase obrera burguesa, con una clase obrera de conciencia aletargada.
En definitiva, nos encontramos ante la eterna lucha entre el desarrollo de las fuerzas productivas contra aquellas relaciones de producción que no favorecen su desarrollo y que terminan conviertiendose en su freno. O, como diría Nietzsche, la eterna lucha entre Apolo y Dionisos. En resumen, rechazo a unas relaciones obsoletas de producción que, a veces, se lleva a cabo (cuando otros no saben o no quieren modificarlas de forma creadora y constructiva) mediante unos instrumentos y medios, en este caso analizado sarckozyanos, tan sumamente irracionales que no pueden llevar a otro puerto que a aquél que ya en su día fue calificado como de "cuanto peor, mejor".
Fdo.: Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres).
Visto desde esta perspectiva, el resultado resulta a todas luces irracional e ilógico. Sin embargo si el análisis de las elecciones a la presidencia de Francia se lleva a cabo desde una óptica dialéctica y objetiva las cosas pueden interpretarse de manera diferente.
¿Qué han visto una buena parte de los franceses en Nicolás Sarckozy? ¿Qué suelen ver los ciudadanos, los electores, en aquellos candidatos que terminan ganando los procesos electorales? En otras ocasiones ya he reflexionado sobre ello, utilizando para encauzar esa reflexión la pregunta ¿Por qué ha ganado hasta ahora Ibarra en Extremadura, o Gallardón en Madrid? ¿Qué representan?
La respuesta es sencilla, representan no solo conservación de lo existente, sino ansias por modificar el presente y abordar el futuro. Incluso aunque para ello tengan que demoler parte de ese estado del bienestar tan costosamente alcanzado durante décadas.
Representan también, sus propuestas, la naturaleza dialéctica que como seres sociales, como seres humanos, nos conforma; la cual también suele rechazar, aunque sea a la larga, todo aquello que tiende a narcotizar nuestra conciencia, llámese ello estado del bienestar o derechos opiáceos. Recordemos que ya Engels denunciaba a la burguesía del país cuyo capitalismo se encontraba más desarrollado en su tiempo, esto es Inglaterra, por pretender contar en el país también con una clase obrera burguesa, con una clase obrera de conciencia aletargada.
En definitiva, nos encontramos ante la eterna lucha entre el desarrollo de las fuerzas productivas contra aquellas relaciones de producción que no favorecen su desarrollo y que terminan conviertiendose en su freno. O, como diría Nietzsche, la eterna lucha entre Apolo y Dionisos. En resumen, rechazo a unas relaciones obsoletas de producción que, a veces, se lleva a cabo (cuando otros no saben o no quieren modificarlas de forma creadora y constructiva) mediante unos instrumentos y medios, en este caso analizado sarckozyanos, tan sumamente irracionales que no pueden llevar a otro puerto que a aquél que ya en su día fue calificado como de "cuanto peor, mejor".
Fdo.: Javier Caso Iglesias. Plasencia (Cáceres).
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