Os propongo un nuevo tema para el debate al objeto de desbrozar este nuevo tiempo político que vivimos y que debe de ser analizado con rigurosidad. Mi admirado Marx nos recomendaba someterlo todo a una crítica implacable.
Ya sabéis que soy un tanto provocador, pues es fundamental salpimentar un poco los análisis para animar la producción de ideas. A ver que os parece el siguiente.
El siglo XIX y el XX ha sido para las clases populares un quiero y no puedo. Mucha bandera, mucha simbología, mucha sigla, mucha ideología de izquierda y a la hora de la verdad todo se disipaba y quienes creíamos que nos iban a representar se pasaban a las filas del enemigo.
Carlos Marx siempre nos ha prevenido en sus textos ante el socialismo de bandera, de simbología, de sigla e ideología. De este socialismo decía Marx que era un reificación, una fantasmagoría que llegaría poco lejos.
Marx nos insistía en sus textos, una y otra vez, que la clase obrera, que las clases populares no tienen ideología que realizar ("No tienen que realizar ideales, sino poner en libertad los elementos de la nueva sociedad"), incluso llegó a decir en el año 1870, ante los socialistas de charanga y pandereta que eran mayoría en el tiempo en el que él vivió, que "Lo único que sé es que no soy marxista".
El pueblo tiene una expresión lapidaria para definir lo que nos ha ocurrido hasta ahora a los socialistas en particular y a la izquierda en general: "Dime de qué presumes y te diré de qué careces".
Carlos Marx, en su obra la Miseria de la Filosofía, explica científicamente esta cuestión que el dicho popular desvela; Marx hace una clara distinción entre clase EN SÍ y clase PARA SÍ. La primera se refiere a la existencia de una clase como tal y la segunda a los individuos que conforman dicha clase en tanto consciente de su posición y situación histórica.
La psicología científica entiende los comportamientos verbales como una conducta débil e inconsistente, el pueblo y Marx ya sabían esto. No es lo mismo una clase EN SÍ que una clase PARA SÍ; pues si analizamos de que se presume, averiguaremos rápidamente de qué se carece.
Las banderas, las simbologías, las siglas, las ideologías de izquierda tan prolíficamente usadas durante el siglo XIX y el XX, evidencian un comportamiento débil y no consolidado; evidencian un deseo, un anhelo; esto es, lo que no somos.
Cuando una clase social tiene adquirida una conducta, un comportamiento que nítidamente se refleja en su praxis, cuando una clase ha dejado ser una clase EN SÍ para transformarse en una clase PARA SÍ, "No tienen que realizar ideales, sino poner en libertad los elementos de la nueva sociedad".
En este nuevo tiempo político, en esta primavera ciudadana que ahora comienza, los llamados a representar a la ciudadanía hemos de abandonar la marginalidad institucional de los 10% a los que conducen las ideologías de charanga y pandereta. Hemos de aspirar a una hegemonía social y política que aspire a representaciones amplias superiores al 30% o al 40% del electorado, pues de no ser así no será.
Para ser como Syriza hay que comportarse como se hace en Syriza, con determinación, sin complejos, sin aferramientos a fantasmagorías del pasado y siendo ampliamente incluyentes. No tengamos miedo, pues los logros alcanzados siempre están a la altura de lo que se es.
La pregunta a formularse, sabido esto, es la siguiente: ¿Qué somos en realidad más allá de lo que decimos que somos? Pues esto que somos (y no lo que decimos que somos) es lo que es y será. Si queremos que acontezca otra realidad hemos de esforzarnos por ser de otra manera, por ser clase PARA SÍ; y para ser clase PARA SÍ sobran todos los juegos de niños que en su infancia y adolescencia (siglos XIX y XX) han tenido las clases populares (banderas, simbologías, siglas e ideologías). Lo nuestro no es realizar ideales, sino poner en libertad los elementos de la nueva sociedad; "transformar el mundo" (tesis XI sobre Feuerbach) en vez de interpretarlo o soñarlo diferente.
Javier Caso Iglesias | Analista Político y Activista Social
Diría con permiso que puede tratarse de en lugar de hacer "las cosas como dios manda", hacer y luchar por lo que el pueblo necesita. En otros tiempos era así, se luchaba por mejorar las condiciones del trabajo por ejemplo, ahora nos conformamos con un trabajo sin horas que dicen ser lo que su dios mana.
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