Despertando la Sabiduría Interior: Un Acercamiento al Arte Ericksoniano
Imagina por un momento un "antiguo jardín", no de flores comunes, sino de "posibilidades infinitas". En este jardín, cada semilla es única, cada brote tiene su propia historia, y el jardinero, sabio y paciente, no arranca las malas hierbas con fuerza bruta, ni obliga a las plantas a crecer en una dirección antinatural. En cambio, observa. Escucha el susurro del viento entre las hojas, siente la humedad de la tierra, y comprende que cada planta, a su manera, sabe cómo florecer.
Así, en el corazón de lo que llamamos la "terapia o sesión de hipnosis indirecta ericksoniana", nos adentramos en un arte similar al de ese jardinero. No se trata de un espectáculo, ni de un control de la mente, sino de una "danza delicada" con la inmensa "sabiduría" que reside en lo más profundo de cada ser humano: la "mente inconsciente".
Milton H. Erickson, ese genio visionario que comprendió que cada persona es un "universo" en sí mismo, nos mostró un camino donde el terapeuta no impone, sino que "sugiere". Donde las soluciones no son dictadas desde fuera, sino "descubiertas" desde dentro. Es un viaje hacia el propio potencial, a menudo sin que la mente consciente se dé cuenta de que está buscando, o de lo que está encontrando.
¿Cómo se despliega este proceso, como el lento y majestuoso crecimiento de un árbol?
El Tejido de la Confianza: La Primera Raíz
Todo comienza con la construcción de un espacio de "seguridad y comprensión". Como el sol que calienta la tierra, se establece una conexión donde la persona se siente vista, escuchada y comprendida, permitiendo que la resistencia se disuelva naturalmente, como la neblina matutina que se desvanece con el amanecer. Se trata de "acompañar" al individuo en su experiencia, sintonizando con su ritmo, sus silencios, su propia melodía interna, hasta que su inconsciente se siente lo suficientemente seguro para empezar a revelar sus secretos más valiosos.
La Puerta entreabierta: El Umbral Invisible
Aquí no hay péndulos hipnóticos balanceándose ni órdenes directas de "duerma". La inducción es "sutil", casi imperceptible, como el suave murmullo de un arroyo que te invita a detenerte y simplemente escuchar. Se invita a la mente a relajarse, a flotar, a prestar atención a sensaciones internas o externas de una manera que desvía la atención de la lógica consciente y sus barreras. Puede ser a través del "lenguaje vago", de una historia sin aparente conexión, o simplemente de la invitación a notar cómo se siente el cuerpo mientras respira, cómo el aire entra y sale, llevando consigo la quietud. La mente consciente se distrae suavemente con estas divagaciones, mientras la "mente inconsciente" comienza a abrir sus puertas secretas, revelando caminos menos transitados.
Sembrando Semillas en el Inconsciente: Las Gotas de Lluvia
Una vez que la mente está en ese estado de atención flotante y receptividad, se introducen las sugerencias. Pero estas no son órdenes, no son mandatos que dictan "debes". Son "metáforas", "analogías", "cuentos" que se despliegan como paisajes en la mente, anécdotas que se filtran, y preguntas que actúan como "semillas" de pensamiento. Cada semilla contiene múltiples posibilidades de significado, como una gota de lluvia que riega la tierra; permite que el inconsciente del oyente encuentre la interpretación más útil y relevante para su propia situación. Si alguien busca motivación, quizás se le cuente una historia sobre la persistencia de un río que siempre encuentra su camino hacia el mar, sin importar los obstáculos, bordeándolos, fluyendo a través de ellos, o excavando nuevos cauces.
Nutriendo el Terreno: El Silencioso Trabajo de la Tierra
Durante la sesión, cada respuesta del individuo —una tos, un movimiento, una expresión apenas visible— es "utilizada" por el terapeuta. Se integra ingeniosamente en el flujo de la comunicación para profundizar el estado de receptividad y para reforzar las sugerencias ya plantadas. Es como el jardinero que aprovecha la lluvia inesperada, el rocío de la mañana, o incluso la sombra pasajera de una nube, para nutrir la tierra y asegurar el crecimiento de lo que ha sido sembrado. Cada pequeña señal se convierte en un aliado, una guía hacia una comprensión más profunda.
El Florecimiento Silencioso: La Eclosión Secreta
Lo asombroso de este método es que el cambio a menudo ocurre a un nivel profundo, "fuera de la conciencia inmediata" del paciente. Puede que no "sepan" conscientemente cómo encontraron la solución a su desmotivación, o cómo la voz interna que antes susurraba dudas ahora canta melodías de esperanza. Simplemente se encuentran actuando de manera diferente, sintiendo emociones distintas, o descubriendo nuevas perspectivas sin esfuerzo aparente. Es el bambú que crece, fuerte y silencioso, añadiendo un nudo tras otro, sin necesidad de que el ojo humano observe cada milímetro de su ascenso. El "insight" no es un destello ruidoso, sino una revelación silenciosa.
El Regreso al Sol: El Despertar del Jardín
Finalmente, la persona es guiada suavemente de regreso a su estado de conciencia plena, como quien emerge de un sueño reparador, llevando consigo las nuevas percepciones, los "recursos activados", y las sugerencias que continuarán desplegándose en los días y semanas venideras, como el aroma persistente de una flor recién abierta que se extiende por el jardín. El proceso no termina con la sesión, sino que inicia un eco, una resonancia que se expande en la vida cotidiana.
En esencia, la hipnosis indirecta ericksoniana no "hace" algo "a" la persona, sino que la ayuda a "descubrir y utilizar lo que ya está dentro de ella". Es un arte de la comunicación, una invitación a la mente a sanar, a aprender y a crecer, de una manera tan natural como lo hace una semilla al convertirse en árbol.
Cultivando el Bambú Interior: Una Sesión en la Cúpula de NeoGénesis
La cúpula transparente de la Unidad Time Machine, en la Universidad de Sinergia Digital Entre Logos, palpitaba con una luz etérea. Arcos de metal líquido danzaban por su estructura interna, y filamentos de luz recorrían las paredes como venas luminosas, creando una sensación de movimiento y vida constante. A través de ella, la ciudad de NeoGénesis se extendía, una maravilla de arquitectura orgánica y futurista que se fundía con el horizonte que prometía el infinito. El aire en el interior de la cúpula, filtrado y puro, invitaba a la introspección.
Magna Nova, terapeuta ericksoniana, se sentó frente a Carla Bianco. Su presencia era un ancla en la fluidez del espacio. Sus ojos, de un color que recordaba la profundidad de un lago oculto en una dimensión lejana, transmitían una calma profunda, un sosiego que se extendía como una onda suave por el ambiente. Su voz era un bálsamo, pausada, con la cadencia rítmica de un relato ancestral que busca resonar en lo más hondo del ser.
— Bienvenida, Carla. Es un verdadero placer tenerte aquí, en este singular espacio donde el tiempo parece plegarse sobre sí mismo. Tómate un instante para sentir la comodidad del asiento, para notar el suave pulso de la luz que nos rodea. Respira hondo, a tu propio ritmo. No hay prisa alguna, no hay expectativas que cumplir, solo la oportunidad de estar aquí, en este momento preciso, y quizás, de permitir que tu mente se relaje de una manera que te sea "profundamente útil", que te permita deslizarte hacia un lugar de recursos internos que, aunque quizás inexplorados hasta ahora, están esperando ser descubiertos, como estrellas ocultas tras una nube.
Carla, con una expresión apenas visible de tensión que se dibujaba en el contorno de su mandíbula, asintió levemente. Sus ojos, antes inquietos, antes saltarines en busca de una distracción, comenzaron a posarse en los filamentos de luz que danzaban por las paredes, observándolos ascender y descender en un ciclo hipnótico, fascinante por su repetitividad. La visión de NeoGénesis a través de la cúpula, vibrante y en constante cambio, con sus edificios que parecían respirar, se convirtió en un telón de fondo distante, pero extrañamente cautivador. Un suave sopor comenzó a envolverla, como la bruma matutina que abraza las laderas de una montaña.
— A veces, la vida nos presenta esos momentos, ¿verdad? —continuó Magna, su tono reflejando una comprensión que parecía ir más allá de las palabras, un eco de sabiduría acumulada—. Esos instantes en los que la "motivación" parece elusiva, tan efímera como una mariposa que se posa por un instante y luego se va, antes de que puedas admirar la intrincada belleza de sus alas. O en los que las voces internas, esas compañeras constantes de nuestros pensamientos, no siempre son las más amigables, sino que se enredan en un eco que distorsiona la belleza inherente del presente, tejiendo narrativas que no sirven a tu bienestar. Y es natural, Carla. Todos experimentamos eso, en una u otra medida, es parte de la condición humana. Pero lo hermoso, y lo verdaderamente poderoso, es que, dentro de cada uno de nosotros, existe una fuente inagotable de "recursos", de "sabiduría ancestral", de "posibilidades infinitas" que a menudo permanecen ocultas, esperando ser desveladas, como gemas sumergidas en un lago tranquilo, esperando que las aguas se calmen para revelar su brillo.
Magna hizo una pausa, permitiendo que sus palabras se asentaran, que se filtraran en el aire denso y tranquilo de la cúpula. La estructura misma parecía respirar con ellas, amplificando su resonancia.
— Hoy, me gustaría invitarte a un pequeño "viaje". Un viaje hacia tu interior, hacia ese espacio sagrado donde reside tu verdadero ser, no con la intención de forzar nada, ni de empujar en una dirección específica que no sea la tuya, sino de simplemente "explorar". De permitir que tu mente, tu "mente inconsciente", esa parte vasta y sabia de ti que ha guiado tus pasos desde el primer aliento y que es tan inmensa como el universo que se extiende más allá de los límites visibles de NeoGénesis, encuentre sus propias maneras de reorganizar las cosas. De descubrir nuevas perspectivas que quizás antes no veías, de despertar esa motivación que quizás se ha dormido bajo el peso de las preocupaciones, y esa voz interna que sabe, por su propia naturaleza innata, cómo ser tu mejor aliada, tu guía más sabia, tu compañera más leal en el camino de la vida.
Carla cerró los ojos, no por una orden directa, sino como si el propio ambiente de la cúpula, el suave zumbido rítmico de los arcos de metal líquido, la invitara con una dulzura irresistible a la introspección más profunda. Una tensión apenas perceptible comenzó a ceder en sus hombros, como nudos que se deshacen en la brisa.
— Así que, mientras te acomodas aún más profundamente en la silla, puedes notar cómo tu cuerpo comienza a "relajarse". Quizás sientas el peso de tus brazos sobre los apoyabrazos, un peso cómodo y seguro, o la presión reconfortante de tu espalda contra el respaldo, permitiendo que la silla te sostenga por completo, sin esfuerzo alguno de tu parte. Y es curioso cómo, a veces, al prestar atención a estas pequeñas sensaciones, a la simple experiencia del ser, la mente empieza a calmarse, ¿no es así? Como un río turbulento que, al encontrar su cauce, fluye con mayor suavidad, reflejando el cielo. Puede que notes tu respiración, cómo entra y sale el aire, suave y rítmicamente, como las olas en una playa lejana. Y con cada exhalación, quizás una pequeña tensión, una preocupación persistente, se disuelve en el aire transparente, permitiéndote hundirte un poco más, profunda y cómodamente, en el silencio sanador de este momento.
Magna continuó, su voz manteniendo un ritmo constante, hipnótico, pero siempre permisivo, invitando a la mente de Carla a explorar sus propios paisajes internos.
— No necesitas hacer nada en particular, Carla. Solo "escuchar mi voz", o no escucharla. Permitir que mis palabras fluyan y te envuelvan, o que se desvanezcan en el fondo, como el eco de los pasos en los pasillos silenciosos de esta gran universidad, mientras tu mente se ocupa de lo que necesite ocuparse. Porque tu "mente inconsciente" es "muy inteligente". Es esa misma mente que te permite respirar sin pensar en ello, que hace latir tu corazón con una constancia asombrosa, que sana tus heridas sin que tengas que ordenarles que lo hagan. Ella sabe exactamente qué información es útil para ti en este preciso momento, y cómo integrarla de la manera más beneficiosa, a un nivel que va más allá de las palabras, más allá de la lógica consciente, directamente al corazón de tu ser.
Un ligero movimiento en los dedos de Carla, una relajación más profunda en su mandíbula, indicaron la creciente y confortable inmersión. Su rostro, antes marcado por la preocupación, comenzó a suavizarse, reflejando una paz incipiente.
— Y mientras tu mente se relaja aún más, y quizás tus párpados se sienten un poco más pesados, como si estuvieran cubiertos por una cálida manta, o quizás no, eso está bien. Cada persona es "diferente", y cada experiencia es "única", como los infinitos patrones de luz que se proyectan y se disipan en el exterior de la cúpula, cada uno con su propia danza. Puede que notes sonidos en la habitación, el tenue zumbido de los sistemas energéticos de la cúpula, o sonidos que provienen de la bulliciosa y lejana NeoGénesis. Y es curioso cómo, a veces, esos sonidos pueden simplemente desvanecerse en la distancia, volviéndose irrelevantes, o incluso ayudarte a ir más profundo, a un lugar de mayor tranquilidad y quietud, como las pequeñas perturbaciones en un estanque que, al final, ayudan a calmarlo.
Magna observó la respiración de Carla, ahora más lenta, más profunda, más rítmica, un vaivén suave que evocaba el movimiento de las mareas internas.
— Puede que comiences a sentir una sensación de "ligereza", como si flotaras sin esfuerzo en el vasto espacio dentro de la cúpula, o quizás de "pesadez", como si te hundieras cómoda y segura en la tierra, anclada. O tal vez ninguna de estas cosas, y eso también está perfectamente bien. Lo importante es que tu mente está aprendiendo a "relajarse", a soltar las riendas de lo consciente, a permitir que el cambio ocurra de una manera natural y orgánica, como las mareas que suben y bajan, transformando la orilla sin esfuerzo aparente, solo siguiendo su propia naturaleza profunda. Te estás permitiendo ser, sin esfuerzo, sin juicio.
La voz de Magna se hizo aún más suave, casi un susurro melódico que se fundía con el ambiente futurista del laboratorio, tejiendo una red invisible de palabras y sensaciones.
— Y mientras te permites ir más profundo, a ese espacio sereno donde las posibilidades se entrelazan como los filamentos de luz en las paredes, en un baile eterno de creación, me gustaría compartir contigo una historia. Una historia que escuché hace mucho tiempo, en un lugar muy diferente a este, un lugar donde el tiempo se medía por el crecimiento de los árboles y el fluir de los ríos, y que quizás, o quizás no, "resuene" con algo dentro de ti, con alguna parte de tu propia sabiduría que está esperando un pequeño recordatorio, un suave empujón. Porque, como las constelaciones que se revelan en la noche más oscura, ciertas verdades brillan con más claridad cuando la mente consciente está en paz y la mente inconsciente está receptiva.
El Maestro del Bambú y la Voz Interior
"El anciano maestro de caligrafía vivía en una pequeña cabaña, apenas visible, en la ladera de una montaña ancestral, un lugar donde el eco del tiempo se sentía en cada piedra. Estaba rodeado por un bosque de bambú que se alzaba majestuoso, susurrando secretos milenarios al viento con un sonido que era casi una melodía. Sus manos, arrugadas por los años y el uso constante e ininterrumpido del pincel, eran un testimonio vivo de una vida dedicada al arte de la paciencia y a la maestría. Un joven discípulo, impetuoso y con la voz llena de una frustración apenas contenida, se acercó a él, buscando algo más que técnica: buscaba sabiduría, buscaba la esencia de la "motivación" que sentía elusiva, como un sueño que se desvanece al despertar."
— Maestro —dijo el joven, su voz resonando con una impaciencia juvenil en el aire fresco y prístino de la montaña, casi un lamento—. He practicado durante meses, incansablemente, con una dedicación que creía absoluta, pero mis trazos carecen de la fluidez y la fuerza, esa "vitalidad", que veo en los suyos. Siento que mi pincel es un peso muerto en mi mano, mi tinta se dispersa sin control, y mis caracteres no tienen vida, no expresan la "esencia" que anhelo, que veo tan claramente en mi mente. Me desmotivo fácilmente, maestro. La voz en mi cabeza, esa compañera constante, me susurra insistentemente que nunca lo lograré, que mi esfuerzo es en vano, que mis dedos no están hechos para esta gracia.
"El maestro sonrió, sus ojos sabios brillando como estrellas lejanas que observan desde la profundidad del cosmos, reflejando la luz tenue que se filtraba entre las hojas del bambú, creando patrones danzantes en el suelo del bosque. No dijo nada de inmediato, sino que, con un movimiento lento y deliberado, tomó un pequeño brote de bambú que había recogido esa misma mañana, tierno y aparentemente frágil en su diminuta existencia. Lo sostuvo en su mano, lo observó con una "profunda atención", una reverencia, como si en ese pequeño tallo residieran todos los secretos del universo, toda la filosofía del ser."
— Mira este brote —dijo finalmente el maestro, su voz suave como el murmullo de un riachuelo cristalino entre las rocas, casi inaudible pero clara en el profundo silencio de la montaña—. Parece frágil, ¿verdad? Pequeño, tierno, aparentemente insignificante frente a los gigantes robustos que lo rodean, a los bambúes que ya tocan el cielo. Pero dentro de él, reside una "fuerza increíble", una persistencia que desafía la lógica de lo evidente. No se queja del viento que lo azota sin piedad, ni de la lluvia torrencial que lo empapa hasta sus raíces más profundas, ni de la dureza de la tierra que lo aprisiona en sus inicios. Simplemente, se "estira". Día tras día, milímetro a milímetro, con una certeza silenciosa, se eleva con una "determinación inquebrantable" hacia la luz dorada del sol.
"El joven frunció el ceño, su mente intentando aferrarse a la lógica lineal, sin entender del todo la aparente desconexión entre el brote diminuto y su propia lucha interna, su propia frustración desbordante."
— Cuando un brote de bambú comienza a crecer —continuó el maestro, permitiendo que sus palabras fluyeran como el agua de un manantial ininterrumpido, imparable en su curso—. Primero echa "raíces". Profundas, fuertes, invisibles bajo la superficie de la tierra, extendiéndose en la oscuridad, anclándose firmemente. Durante mucho, mucho tiempo, puede parecer que no sucede absolutamente nada en la superficie. No hay un crecimiento espectacular que impresione a los observadores casuales, que se pueda ver a simple vista. Solo la quietud aparente, el trabajo silencioso y constante, la "construcción fundamental" de una base sólida bajo tierra. Y si el brote se impacientara, si se quejara amargamente de no ser ya un bambú alto y fuerte, capaz de resistir las tormentas más feroces del monzón, ¿qué pasaría? Quizás se rendiría antes de haber afianzado sus cimientos, de haber tejido su red subterránea, o sus raíces no serían lo suficientemente firmes para sostenerlo cuando llegara el momento de su "gran elevación", de su vertiginoso ascenso hacia el cielo.
"El joven escuchaba, y algo en la cadencia rítmica de la voz del maestro, en la imagen vívida del bambú enraizando en la oscuridad y la quietud, comenzó a resonar en él, una comprensión que iba más allá de las palabras, un eco en su propia alma. El maestro hizo una pausa, su mirada se perdió en el horizonte montañoso, como si estuviera viendo el futuro de cada brote, la trayectoria de cada vida."
— Pero el bambú no se queja —dijo el maestro, su voz cargada de una sabiduría ancestral que se había transmitido de generación en generación—. Simplemente, "confía". Confía en su propia naturaleza, en su propio "proceso inherente", en su ritmo único. Y un día, cuando sus raíces son lo suficientemente fuertes, cuando ha acumulado la energía necesaria en ese silencio fértil de la espera, comienza a crecer. Y crece con una velocidad asombrosa, imparable, ascendiendo hacia el cielo hasta alcanzar alturas que antes parecían imposibles, inalcanzables incluso en los sueños más audaces del joven observador.
— Y lo más fascinante —añadió el maestro, volviendo su mirada, ahora cargada de una profunda significación, hacia el brote que aún sostenía con delicadeza en su mano, como un tesoro—. Es que cada segmento del bambú, cada "nudo" a lo largo de su tallo, es un recordatorio. Es un registro indeleble de que ha superado un desafío, de que ha crecido un poco más, de que ha consolidado una etapa en su evolución. No hay un solo nudo que sea un error, joven. No hay cicatriz que no cuente una historia de superación. Todos son parte integral de su historia, de su "fortaleza resiliente", de su singular camino hacia la altura. Cada uno contribuye a su "totalidad", a su singular belleza y resistencia.
"El maestro volvió su mirada, ahora cargada de una profunda empatía y una comprensión que parecía penetrar el alma, hacia el joven discípulo. Sus ojos parecían ver más allá de la superficie, directamente al alma del muchacho, a las dudas y las esperanzas que allí residían."
— Tu pincel, tu tinta, tus trazos… son como ese brote de bambú, joven. Requieren "paciencia", una "confianza inquebrantable" en tu propio proceso, y la profunda comprensión de que el crecimiento, la verdadera maestría, la auténtica "motivación" que buscas, a menudo comienza en lo invisible, en lo silencioso, en ese trabajo subterráneo de las raíces. No se trata de forzar la fuerza, de empujar con voluntad bruta y consciente, sino de permitir que la fuerza emerja de forma natural, desde tus propias "raíces internas", desde esa sabiduría innata que ya reside en ti, esperando ser liberada. Y cada pequeña imperfección, cada trazo que no es "perfecto" según tus juicios conscientes, según esa voz crítica que a veces te susurra, es solo un nudo en tu propio crecimiento, una señal, un marcador ineludible en tu camino de aprendizaje, una prueba innegable de que estás avanzando, que te estás transformando, que estás evolucionando. No un error, sino una parte esencial de tu propia narrativa de superación, de tu propio florecimiento.
"El joven miró sus propias manos, las yemas de sus dedos aún manchadas de tinta, y luego al pequeño brote de bambú que el maestro sostenía con tanta reverencia. Una nueva comprensión, una "iluminación silenciosa", comenzó a germinar en su interior, una sensación de ligereza que no había sentido antes. No necesitaba ser un maestro de inmediato, no tenía que alcanzar la perfección en un instante fugaz. Solo necesitaba ser como el bambú: confiar en su propio proceso, nutrir sus raíces internas con paciencia y una fe inquebrantable, y permitir que su propia fuerza y su "voz positiva" emergieran a su propio ritmo, con la naturalidad de la luz que rompe la oscuridad del amanecer."
— Y así es como, Carla, a veces, las cosas más simples, las historias más humildes, nos enseñan las "verdades más profundas" y universales —dijo Magna, su voz volviendo a ese tono suave, casi cómplice, con un eco que parecía llenar el inmenso volumen de la cúpula, expandiendo el mensaje—. Quizás, al igual que el bambú, tú también tienes "raíces internas" que son mucho más fuertes de lo que imaginas, que te anclan a una sabiduría ancestral, a una fuente inagotable de resiliencia. Y quizás, esa motivación que buscas, esa voz interna amable y alentadora que anhelas escuchar, no es algo que debas forzar o perseguir desesperadamente en el exterior, sino algo que puedes permitir que "emerja", a tu propio ritmo, desde tu propio interior, como el brote que se estira con una determinación inquebrantable hacia la luz, inevitablemente.
Magna hizo una pausa, observando la quietud en el rostro de Carla, una quietud que indicaba una profunda y confortable absorción, una mente que trabajaba en niveles no conscientes. La luz líquida de los arcos en la cúpula parecía danzar en sintonía con la atmósfera creada, reflejando el flujo del entendimiento.
— Porque tu "mente inconsciente", Carla, esa parte vasta y sabia de ti que ha estado escuchando esta historia, ya sabe cómo integrar estas ideas de una manera que le sea "profundamente útil" y beneficiosa para ti. Ya sabe cómo empezar a nutrir esas raíces internas, a fortalecer esos cimientos, cómo permitir que esa voz interior se vuelva más amable, más alentadora, más como el murmullo sereno del viento entre las hojas de bambú, un sonido que te recuerda tu propia "fortaleza resiliente" y tu capacidad infinita de crecer, de adaptarte, de superar cualquier desafío que la vida te presente. Ella está trabajando para ti, ahora, y seguirá haciéndolo.
Magna sonrió suavemente, una sonrisa que prometía posibilidades ilimitadas, una certeza en el florecimiento.
— Y mientras regresas suavemente a la plena conciencia, a este espacio y tiempo, puedes llevar contigo esa sensación de calma profunda, esa nueva perspectiva que ha germinado en tu interior, como una semilla que cobra vida. Puedes notar cómo tu cuerpo se siente "renovado", ligero, lleno de una nueva energía, tu mente más clara, como el cielo después de una tormenta de verano. Y puede que descubras, en los días y semanas venideros, que esa voz interna comienza a cambiar sutilmente, a ofrecerte palabras de apoyo, de aliento, de una "confianza inquebrantable" en tus propias capacidades. Y que esa motivación, como el bambú que se estira con propósito hacia el sol, comienza a surgir de forma natural, sin esfuerzo forzado, impulsándote hacia adelante, paso a paso, con una nueva sensación de ligereza, de energía renovada y de un "propósito claro" que antes no veías.
Los filamentos de luz en la cúpula parecieron intensificarse por un momento, como si la propia estructura de la Unidad Time Machine estuviera celebrando la transformación silenciosa que había tenido lugar.
— Ahora, tómate tu tiempo, Carla —dijo Magna, su voz descendiendo a un susurro final que era casi una bendición—. Cuando estés lista, completamente lista, puedes abrir los ojos, sintiéndote plenamente despierta, alerta y profundamente renovada, llevando contigo todo lo que te sea útil y beneficioso de esta experiencia, listo para desplegarse de manera natural en tu vida, un día a la vez.
Carla abrió los ojos lentamente. Una luz nueva brillaba en ellos, una calma que no estaba allí antes, una serenidad que se había asentado. Miró a Magna, y por un instante, el silencio de la cúpula habló más que mil palabras. Fuera, NeoGénesis seguía su ritmo futurista, incesante, pero dentro de Carla, algo fundamental, algo esencial, había cambiado. El jardín de las voces silenciosas había empezado a florecer, prometiendo una nueva sinfonía.
Serie: El Enigma Entrelazado – Capítulo 21
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