Por Javier Caso Iglesias | Analista Político y Activista Social
Mi opinión personal es que legalizar una denominación, para concurrir a las elecciones municipales por parte de los espacios políticos y sociales que clamamos por la ciudadanización de la democracia, es secundario; pienso que lo importante es tener una enorme masa crítica de gente que apoye la idea de la confluencia e intentar que nadie hegemonice o patrimonialice los proyectos que se pongan en marcha, pues cuando se comienza a hacer esfuerzos por patrimonializar algo, ese algo termina perdiendo interés para la ciudadanía y termina siendo una cosa de cuatro; los ejemplos unitarios lanzados hasta ahora han terminado mal consecuencia del intento, por parte de algunas organizaciones o personas, de hegemonizarlos.
Como he hecho público en varias ocasiones, nuestra tarea es tratar de influir, participar para ello, para tratar de influir con nuestras propuestas, en todos los espacios de confluencia que se creen, pero sin embarcarnos definitivamente en ninguno de una forma total hasta que estos no se adapten a lo que el pueblo está demandando a gritos como necesidad perentoria, esto es, la constitución de un frente o espacio político y social amplio y muy incluyente, sin hegemonismos ni patrimonialismos, que trabaje de forma integradora e inclusiva, alentando procesos colaborativos abiertos al pueblo en la elaboración de sus propuestas y programas y realizando primarias abiertas, democráticas, muy participadas y transparentes para elegir y ordenar sus candidaturas; procesos en los que nadie de los movimientos sociales o políticos que impulsen esas candidaturas municipalistas unitarias de ruptura con el régimen del 78 sea excluido del proceso y de su derecho a presentarse para poder ser elegido.
Insisto en que si no existe una masa crítica ciudadana amplia detrás de estos proyectos toda legalización de siglas no servirá para nada más allá de un gasto enorme de dinero. Además, subrayo, que la idea es empoderar al pueblo, pues si esto es así debe ser la propia ciudadanía, a través de los representantes que elija, quienes legalicen esas siglas. Todo lo demás es ofrecer platos cocinados y seguir haciendo las cosas por arriba.
En resumen, y expresado en palabras del colectivo Ateneo de Zaragoza: "Estamos organizando, entre todas, un desborde popular, que supere partidos y movimientos, que nos supere a nosotras mismas y permita soñar con otras formas de vivir. El momento es ahora. Ganemos".
Como siempre digo, estas son mis ideas que dejo a vuestro mejor criterio.
Mi opinión personal es que legalizar una denominación, para concurrir a las elecciones municipales por parte de los espacios políticos y sociales que clamamos por la ciudadanización de la democracia, es secundario; pienso que lo importante es tener una enorme masa crítica de gente que apoye la idea de la confluencia e intentar que nadie hegemonice o patrimonialice los proyectos que se pongan en marcha, pues cuando se comienza a hacer esfuerzos por patrimonializar algo, ese algo termina perdiendo interés para la ciudadanía y termina siendo una cosa de cuatro; los ejemplos unitarios lanzados hasta ahora han terminado mal consecuencia del intento, por parte de algunas organizaciones o personas, de hegemonizarlos.
Como he hecho público en varias ocasiones, nuestra tarea es tratar de influir, participar para ello, para tratar de influir con nuestras propuestas, en todos los espacios de confluencia que se creen, pero sin embarcarnos definitivamente en ninguno de una forma total hasta que estos no se adapten a lo que el pueblo está demandando a gritos como necesidad perentoria, esto es, la constitución de un frente o espacio político y social amplio y muy incluyente, sin hegemonismos ni patrimonialismos, que trabaje de forma integradora e inclusiva, alentando procesos colaborativos abiertos al pueblo en la elaboración de sus propuestas y programas y realizando primarias abiertas, democráticas, muy participadas y transparentes para elegir y ordenar sus candidaturas; procesos en los que nadie de los movimientos sociales o políticos que impulsen esas candidaturas municipalistas unitarias de ruptura con el régimen del 78 sea excluido del proceso y de su derecho a presentarse para poder ser elegido.
Insisto en que si no existe una masa crítica ciudadana amplia detrás de estos proyectos toda legalización de siglas no servirá para nada más allá de un gasto enorme de dinero. Además, subrayo, que la idea es empoderar al pueblo, pues si esto es así debe ser la propia ciudadanía, a través de los representantes que elija, quienes legalicen esas siglas. Todo lo demás es ofrecer platos cocinados y seguir haciendo las cosas por arriba.
En resumen, y expresado en palabras del colectivo Ateneo de Zaragoza: "Estamos organizando, entre todas, un desborde popular, que supere partidos y movimientos, que nos supere a nosotras mismas y permita soñar con otras formas de vivir. El momento es ahora. Ganemos".
Como siempre digo, estas son mis ideas que dejo a vuestro mejor criterio.
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